𝐓𝐖𝐄𝐋𝐕𝐄. the boy and the archer

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CAPÍTULO DOCE
el niño y la arquera


Alenia llegó a la mesa alta, antes de tomar asiento frente a Thorin.

El heredero de Erebor la saludó con la cabeza, reconociendo su llegada. Ella le devolvió la sonrisa, mientras Thorin ponía su nueva espada en manos de Lord Elrond.

—Esta es Orcrist, la Cuchilla de Goblin. Una espada famosa, forjada por los Altos Elfos del Oeste, mis parientes. Que te sirva, —el Señor de Imladris le devuelve la espada al enano, antes de tomar la de Gandalf—. Y ésta es Glamdring, el Martillo Feroz, espada del Rey de Gondolin. Estas espadas fueron hechas para las guerras de enanos de la Primera Edad...

Las orejas elfas de Alenia se agudizaron al escuchar la conversación de Bilbo y Balin detrás de ella.

—Yo no me molestaría, muchacho. Las espadas se llaman así por las grandes hazañas que hacen en la guerra, —dijo el enano.

—¿Qué estás diciendo, que mi espada no ha visto la batalla? —preguntó Bilbo.

—En realidad no estoy seguro de que sea una espada; más bien un abrecartas, —admitió Balin.

Alenia ahogó una risa, volviendo a la conversación que tenía delante.

—¿Cómo has conseguido esto? —preguntó Elrond al mago.

—Los encontramos en un tesoro de trolls en el Gran Camino del Este, poco antes de que nos emboscaran los orcos, —explicó Gandalf.

—¿Y qué hacían ustedes en el Gran Camino del Este? —preguntó Elrond, mirando entre Alenia, Gandalf y Thorin.

El montaraz y el mago siguieron el ejemplo de Thorin y no dijeron nada, evitando la mirada del señor de los elfos.

—Trece enanos, un hobbit y una montaraz, —comentó Elrond—. Extraña compañía la tuya, Gandalf.

—Gracias por incluirme ahí, —murmuró Alenia, antes de hablar más alto—. Estos son los descendientes de la casa de Durin.

—Son gente noble y decente, añadió Gandalf. Alenia se volvió para observar a los enanos, justo a tiempo para ver a Nori meterse un candelabro dorado en el abrigo—. Y sorprendentemente cultos. Tienen un profundo amor por las artes, —continuó el mago, ajeno a ello.

—Cambia la melodía, ¿por qué no? —comentó Nori a un flautista, moviendo el meñique en su oreja como si eso fuera a arreglarlo—. Me siento como si estuviera en un funeral.

Oin, que no oía muy bien con su trompetilla tapada con una servilleta, en un intento de tapar la música, preguntó: —¿Qué? ¿Se ha muerto alguien?

—Muy bien, muchachos, sólo hay una cosa para ello, —declaró Bofur, antes de saltar encima de la mesa.

Alenia sonrió. Esto podría ponerse interesante.

THE ADDITION ━━ kili durinWhere stories live. Discover now