Capítulo 19.

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"No sabíamos que lo teníamos todo, pero nadie te avisa antes de la caída. Y estoy devastado. No me dejes, estoy enfrentando la pérdida más grande de todas."

The Greatest, Lana Del Rey—

—Juliana —la llamó Valentina desde la cocina viendo todas las compras que había dejado sobre la mesa.

—¿Uh?

—Tienes tantas cosas de osos y perros aquí. ¿Cómo sabes que le va a gustar eso a la bebé? No sé ¿Y si a Emilie al final le gustan los autitos? Además ¿Quién le compra esto a una recién nacida? —Preguntó levantando una lapicera de conejitos.

—¿Quién dijo que eso era para Emilie? —le arrebató la lapicera. —Es mío, mira. ¡Y también compré estas notas! —Dijo enseñándole unas notas con imán por detrás decoradas con perritos en las esquinas. —Las hojas de tu lista de compras son muy anticuadas.

—¿Me estás diciendo vieja?

—Te estoy diciendo aburrida.

Valentina resopló y dejó un pequeño beso sobre su coronilla. Juliana podía llegar a ser muy infantil si se lo proponía.

—No quise comprar nada más de bebés porque... porque no es lo mismo ir con ellas que contigo. —Confesó acariciando las orejitas de un perro amarillo. Acababa de regresar de una tarde de compras con Toni, Raven y Flor.

—¿Es en serio?

—Me hace más ilusión. —Confirmó asintiendo.

—Estoy libre el fin de semana. ¿Qué te parece? Podemos ir a visitar también la pista de hielo que empiezan a montar por estas fechas. —Le propuso atrayéndola a su regazo sobre la silla del comedor mientras la omega sacaba todo de las bolsas.

Habían pasado dos semanas desde el celo, y estaban siendo muy cuidadosas y precavidas porque en su última visita al doctor, que había sido aproximadamente hace unos tres días, les habían advertido que estaban en la etapa en la que la bebé podría nacer cuando quisiera. De todas formas, Juliana se sentía confiada porque su propio cuerpo no le avisaba ni sufría de molestias o bochornos en exceso.

Claro que caminar mucho a veces resultaba pesado y se fatigaba rápidamente, pero a pesar de eso estaba feliz de que su bebé muy seguramente sí cumpliría los nueve meses de incubación dentro de su pancita.

—Pero yo no sé patinar. —Puchereó triste la omega. —Me da miedo porque a los once años me caí y nunca he vuelto a poner mis pies en unos patines.

—No te dije que íbamos a hacerlo, sería peligroso que te resbalaras desde luego. —Le aclaró Valentina dejando un pequeño beso en su espalda.

—¿Crees que Emilie esté aquí antes de Navidad?

—Estoy segura. Ya casi es diciembre y tú ya pareces una tetera a punto de estallar.

—¡Valentina! —La reprendió con un manotazo. —Déjame en paz.

—Pero eres una teterita muy linda. —Le aseguró riendo mientras sobaba su cuello.

—Oye ¿Y tienes miedo?

—¿Miedo? No tengo miedo. ¿Tú sí?

—Lexa me mandó un vídeo del parto natural de su mamá el otro día. —Le explicó con una mueca de asco. —Fue horrible verla nacer. Pero el punto aquí es que temo por mi vida, Valentina ¿¡De qué te ríes!?

—Nada, nada. Es que ese vídeo del parto de Lexa es muy bueno, en especial cuando su padre se desmaya. —Dijo conteniendo una risa.

—¿Pero acaso nadie oyó los gritos de su madre? Parece que le estaban sacando el alma. Le dije a las chicas y solo me dijeron que el parto natural va a dolerme, pero que la recuperación de la cesárea va a ser peor.

Kerosene |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora