Capítulo 21.

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"Me duele amarte, pero te sigo amando, es solo la forma en que me siento.
Y estaría mintiendo si siguiera escondiendo el hecho de que no puedo lidiar con esto"

13 Beaches, Lana Del Rey—

Juliana despertó sintiéndose mareada y confundida, la luz de la habitación en la que se hallaba era tan potente que a sus recién despiertos ojos les tomó un buen tiempo acostumbrarse. Su cuerpo entero dolía, se sentía como si hubiera estado flotando y al caer todo el dolor se cimentaba en ella nuevamente.

Lo último que recordaba era lo espantada que había estado cayendo al agua que entró a su garganta, fría y entumecedora, cómo intentó luchar por salir a flote y la desesperación de poder hacerlo, estar atrapada y estar muriendo lentamente.

—¿Juls? —Preguntó una voz que la guío hacia la realidad. Enfocó su mirada pérdida en ella, y nunca creyó que volvería a ver a la alfa frente a ella llorando sin consuelo, o al menos no hasta que muriera.

—Pensé que te perdía. —Susurró otorgándole un beso en sus manos.

Valentina estaba de rodillas a lado de su camilla, como mortal quien rinde tributo a su deidad. La devoción en sus ojos era la misma, pero el amor era posiblemente más fuerte y real. La omega levantó su mano para posicionarla sobre la mejilla de su amada y acunar su rostro lagrimeante, era sofocante pensar en qué le había pasado para que la alfa hubiera llegado a ese punto.

Algo hizo clic en ella, era una sensación de vacío que no podía explicar y cuando dirigió su vista hacia su vientre éste ya no se encontraba abultado. La urgencia escaló en ella al punto de alterarla, y pronto tenía a Valentina sobre de ella haciendo todo lo posible para que se enfocara en su mirada, pero simplemente no podía. Su bebé no estaba, se la habían quitado y algo le avisaba que no marchaban bien las cosas. Lloró y pataleó sintiendo un leve pulso que la detenía de entregarse a la locura, pero no estaba tranquila en lo absoluto.

—¡Juliana, tranquilízate! ¡Escúchame! —Su rostro fue sostenido por dos grandes manos que inmovilizaron sus movimientos al hacerle enfocar la mirada y conectarla con la suya, la mayor expresó en sus ojos toda la calma que necesitaba.

Valentina nunca se podría arrepentir lo suficiente de no haber marcado a Juliana todas las veces que se lo pidió. Sería de muy buena ayuda en estos momentos.

—Mi bebé. —Pidió la omega con lagunas en sus ojos.

—Está bien, cariño. Nuestra hija está bien. —Le aseguró, dudosa aún de cómo abordar el tema por completo. —Es pequeña, pero está bien.

—¿L—lo está? Quiero verla, Valentina.

—No puedes todavía, Min. Ella está en una incubadora. Fue prematura porque tuvieron que sacártela antes para prevenir riesgos o complicaciones mayores.

—¡Pero es mía! Puedo verla a través de la incubadora.

—Necesitas descansar. —Le respondió apoyándola sobre el respaldo.

—¿Me escondes algo, cierto? Valentina mírame a los ojos y dime la verdad.

La alfa estaba renuente, no podía hacerlo sin sentir que su voz que quebraría. ¿Cómo ver ese rostro y decirle que existía una posibilidad de que su hija no sobreviviera? No había manera.

—Emilie es débil aún, linda. Estos dos meses son críticos para su desarrollo, pero necesitamos ser positivas y esperar un resultado. Puedes verla pasado mañana, cuando estés mejor recuperada de la cesárea.

—¿Va a morir?

No. Tuvo el impulso de prometer que no, pero era una promesa dañina que podía perjudicar más de lo que tranquilizaría.

Kerosene |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora