Capítulo 20.

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"Abrázame, ámame, tócame, cariño sé el primero en haberlo hecho. Con queroseno en mis manos me vuelves loco y enciendo de nuevo."

—Cinnamon Girl, Lana Del Rey—

La palpitación de Juliana se disparó cuando no encontró a Flor en el estacionamiento después de media hora como le había dicho en los mensajes de texto, su amiga aseguraba que se encontraba ahí, más la omega confundida nunca pudo visualizar su automóvil.

«Estoy en el último piso, no había estacionamiento más arriba»

Le había dicho finalmente, por lo que tomó el ascensor hasta el último piso con una sensación ahora desconcertante en su pecho. Flor estaba actuando muy raro.

Al llegar y como era de esperar, el estacionamiento se encontraba despejado casi por completo, las luces parpadeando y otras fundidas agravaron su malestar. Ni siquiera quiso salir de la caja del elevador, así que simplemente gritó por su nombre.

—¿¡Flor!?

No hubo respuesta alguna, decidió intentarlo una vez más antes de que las puertas se cerraran y llamó a su número, el celular sonando en el fondo. Desconfiada bajó del ascensor y siguió el ruido de la llamada, pasando por una camioneta negra casi en completo abandono. Mucha gente venía a dejar sus viejas carcachas aquí.

Un fuerte olor se hizo presente y activó todos sus sentidos, volteándose casi al instante en que unas manos intentaron atraparla por la cintura. Era un alfa gigantesco, posiblemente más grande que Valentina en estatura. Juliana se regresó corriendo, viendo como las puertas del elevador se cerraban más por cada paso cerca que daba. Sus pies se sentían pesados y su corazón bombeaba con fuerza.

Alguien se interpuso en su camino haciéndola perder el equilibrio, casi cayendo de espaldas al suelo de no ser por los fuertes brazos de aquel alfa que la sujetaron y la pusieron en medio de una omega frente suyo. Ésta era casi de su estatura, muy delgada y pálida, con una diminuta cintura.

—¡Suéltenme! —Demandó removiéndose entre el fuerte agarre.

—Por Dios, vaya que los estándares de Valentina no han cambiado en nada. Míranos, casi dos gotas de agua. Excepto que tú estás gorda y a punto de explotar.

—¿De qué estás hablando? —Preguntó Juliana a la defensiva cuando escuchó el nombre de su alfa ser mencionado. —¿De dónde la conoces?

—Ay, querida. De toda la vida, por favor, esfuérzate un poco en no ser una ingenua todo el tiempo.

—¿¡Quién carajo eres!? —Volvió a preguntar ahora ofendida y furibunda.

—¡La omega de Valentina!

Juliana gruñó en descontento, disgustada por aquella extraña que reclamaba su puesto. Pronto su mente conectó los cables, reflexionando lo poco que le había dicho.

—¿Tú...? Tú eres esa omega, su novia de la adolescencia ¿Cierto? —Adivinó finalmente, frunció el ceño enojada. —¿¡Qué demonios te pasa!?

—¿Qué te pasa a ti, Juliana? Metiéndote con una alfa enlazada ¿No tienes ni un poco de decencia?

—Ella no está enlazada, eso es mentira.

—¡Ella lo estará! Cuando me vea. Te está usando, omega estúpida. Deberías agradecerme por aparecer en sus vidas, todo será mejor cuando se aleje de tí antes de marcarte. No vales la pena.

Juliana quiso aventarse sobre la omega, con un pesado nudo en su garganta y un instinto agresivo en ella. El alfa la sujetó más fuerte e inmovilizó sus manos, su respiración cortándose abruptamente cuando una navaja fue puesta sobre su vientre.

Kerosene |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora