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Se acercaban las navidades, Neville llevaba tres meses dando clases en Hogwarts y estaba encantado con su nueva vida. Le gustó comprobar que la guerra entre casas había pasado exclusivamente a los puntos del curso y los partidos de quidditch. Ya no había Slytherins poniendo la zancadilla a Gryffindors por los pasillos, ni Gryffindors desafiando a Slytherins después de las clases. Había más unión entre las casas, algo impensable en su época. Por supuesto también había alumnos revoltosos pero ninguno de ellos se colaba en la sección prohibida o desafiaba a un perro de tres cabezas, eran travesuras más propias de críos como esconder el caldero del profesor de pociones para intentar perder una clase o lanzar una bomba fétida en mitad del aula de adivinación para que a la profesora Trelawney no le quedase otra que evacuar la sala. 

- ¿Qué crees que traman esos de allí?- Le preguntó la profesora Leach a Neville.

- No lo se, igual una guerra de bolas de nieve, en mi primer año en Hogwarts, los gemelos Weasley, iniciaron un bombardeo indiscriminado de bolas de nieve contra el profeso Quirrell. Verlo fue muy divertido y, cuando supieron que debajo de ese turbante se escondía Voldemort, se sintieron más orgullosos aún de su hazaña.- Recordó Neville con una sonrisa.- ¿Suelen dar problemas?- Preguntó señalando a los chicos.- En clase son bastante callados, al menos en la mía.

- Alguna trastada que otra, el año pasado dejaron a la gata de Filch encerrada en una de las mazmorras vacías, el conserje quería torturar a todos los alumnos hasta que alguien desvelara su paradero. Es lo mas fuerte que han hecho.

- Filch y su amor por la tortura... No ha cambiado nada.

Los dos profesores de dirigieron al Gran Comedor a degustar la rica comida que los elfos domésticos de Hogwarts les preparaban a diario. Se sentó entre Hagrid y John que estaban hablando algo serios.

- ¿Todo bien?.- Preguntó Neville tomando asiento.

- Sí, todo bien... Oye Neville ¿has notado que te falte algo en el despacho o en el aula últimamente?.- Preguntó John.

- Pues no, la verdad, suelo cerrar con un encantamiento antialohomora. Mis años de estudiantes me bastaron para saber que siempre habrá alguna Hermione que preste la atención suficiente como para abrir una cerradura sin hechizar. ¿Por qué?

- En mi despacho tenía varias cajas, en cada caja había un boggart, una de ellas ha desaparecido.- Contestó John.

- Ya le he dicho que es muy probable que haya sido cosa de Peeves.- Contestó Hagrid.

- Puede que tenga razón ¿lo has buscado?

- Peeves es difícil de encontrar si no quiere ser encontrado, además ¿Para que querría un boggart?.- Preguntó John.

- Es Peeves, hace cosas por el simple hecho de molestar. No quiere nada a cambio.- Le dijo Neville.

- Habla con el Barón Sanguinario, quizás el sepa donde está. Peeves nunca le miente al Barón, le tiene suficiente miedo como para hacerlo.- Aseguró Hagrid.

- Eso haré.- terminó diciendo John.

El comedor se empezó a llenar y la comida apareció sobre las mesas. Un gran festín como siempre en Hogwarts, con Pescado al horno, patatas, sopa de guisantes, pollo frito y de postre pastel de manzana y helado de limón.

- Tengo que bajar a saludar a los elfos. ¿Kreacher y Winky siguen por aquí Hagrid?.- Preguntó Neville metiéndose en la boca un gran trozo de pastel.

- Sí, aquí siguen. Kreacher sigue igual de cascarrabias de siempre y Winky ahora bebe menos pero sigue sin soltar su botella de cerveza de mantequilla.

Neville sonrió al recordar al viejo Kreacher, un elfo doméstico siempre malhumorado que su amigo Harry había destinado a trabajar en las cocinas de Hogwarts. El elfo, a pesar de haber estado toda su vida sirviendo a una familia de magos afines a Voldemort, en la batalla de Hogwarts decidió apoyar al bando bueno y luchó contra el señor oscuro y sus aliados llevando consigo un ejército formado por los elfos domésticos de Hogwarts. Estaba pensando en los elfos cuando su mirada se volvió hacia los chicos que había visto antes en el patio. De nuevo estaban juntos, aunque eran de casas distintas, (un Slytherin, un Gryffindor y dos Ravenclaw) de nuevo con las cabezas muy juntas, como para que nadie más los oyera, de nuevo mirando de vez en cuando por encima de sus hombros para vigilar que nadie se acercaba. A Neville le pareció que la broma que estaban preparando debía ser muy laboriosa. Su mirada se cruzó con uno de esos niños que, al ver que los estaba mirando, le dio un disimulado codazo al chico de Ravenclaw que tenia al lado quien, sin ningún disimulo, volvió la vista hacia Neville para después decir algo a sus compañeros y que todos se centraran en su cena sentados correctamente. 

Neville frunció el ceño, la cara de esos chicos no parecía ocultar una trastada sin importancia, parecía algo serio. Se comprometió consigo mismo a tenerlos bien vigilados.

Neville LongbottomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora