𝘅. 𝗟𝗮 𝗜𝘅𝗵𝘂𝗮𝘁𝗲𝗰𝗮

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«Yo andaba buscando la muerte, cuando me encontré contigo»

Entre ellos había un ritmo fácil de seguir, pues se movían con el mismo ímpetu y entendiendo al otro sin merced de las palabras. Cómo si fueran tan compatibles que no necesitaban más que miradas para comprenderse mutuamente.

Mingyu se ofreció a llevar a Minghao a su trabajo todos los días y así fue. Y en su tiempo de descanso, el conservador del arte caminaba hasta El Tecolote y almorzaba con el periodista.

Algunas veces incluso cenaban juntos, porque Mingyu invitaba a Minghao a su casa y él preparaba la cena (seguía con eso de que quería conquistar su estómago en lugar de Hansol y su creatividad de crear recetas veganas).

Para ellos dos se volvió una rutina. No le habían puesto nombre a su relación, pero sabían que estaban saliendo y eso era suficiente por el momento.

Primero tenían que conocerse mejor, compartir experiencias poco a poco, hasta que no les fuera suficiente con eso y necesitaran más.

Después de su salida al bar, Mingyu decidió invitar a Minghao al clado rural de Yabbay, dónde estaba el pueblo con el mismo nombre. Dónde estaba su casa de la infancia en la cual había crecido.

Donde se contaba en una canción la tradición que le daba nombre.

Sobre todo, porque Mingyu tenía mucho sin visitar a su viejo amigo, y por alguna razón, le gustaría llevar a Minghao con él.

Wonwoo lo apreciaría.

Con el clima de los días finales de noviembre, aprovechando la temporada, aprovechando los colores del pueblo, Mingyu enamoraría a Minghao, le mostraría una vida más gustosa, con el sabor del pan recién salido y las guitarras llorando las líricas.

Allá, dónde las aves hacían sus nidos y las flores crecían en el campo esperando ser utilizadas como mensajeras del amor.

En el campo donde crecían sus anhelos, Mingyu llevaría de la mano a Minghao, cómo una promesa, como una redención.

Él era un espíritu protector y como tal se comportaría.

El gran nahual, acogido por la noche, vigilante en protección de su territorio. Yabbay tenía sombras, pero eran seguras.

El calupoh, con su gruñido rompiendo el silencio, espantando viejos malditos, cuidando de civiles buenos.

Cuidando sobre todo los sueños. Sin que Minghao lo supiera, sus pesadillas se convirtieron en un dulce mundo onírico.

Era protegido por aquel nahual vigilante suyo y fiel.

Era protegido por aquel nahual vigilante suyo y fiel

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«De ahí tengo el corazón en dos mitades partido»

Quedaron de acuerdo en ir al pueblo el fin de semana.

El sábado llegó con un cielo especial, con sus nubes grises y blancas, con pedazos de azul asomándose entre ellas. El viento gentil era de un frío agradable. Minghao sólo necesitaba un suéter de cuello alto y su abrigo, del color rojo de las rosas.

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora