𝘅𝗶𝘃. 𝗟𝗮 𝗦𝗶𝗿𝗲𝗻𝗮

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«Navegando en alta mar oí cantar una sirena. Y yo me puse a escuchar los versos de una cadena»

La noche en su marco de pasiones, desnudando los deseos de las personas desde tiempos inequívocos del pasado hasta el presente eterno y el futuro incierto.

Se encontraban en el bar de Jihoon, El Tigre, bailando y zapateando con las otras personas. En el fin de semana iba más gente y estas celebraban con la música y el alcohol, así como lo hacían ellos dos.

Mingyu de nuevo pidió un mezcal para los dos, pero no se emborrachó, menos Minghao, pues apenas llevaban unos cuantos tragos y estaban lúcidos de mente, riendo y bailando.

El moreno zapateaba con habilidad, golpeando el suelo con los pies y Minghao le seguía el ritmo, ambos muy cerca el uno del otro. Disfrutaban de su nuevo estatus, pues ya no eran dos vecinos, dos amigos o dos personas que salían juntas. No, eran algo más.

Mingyu le dio la mano a Minghao y lo hizo girar sobre sí mismo varias veces, tantas, que Minghao terminó mareado y trastabillando, apoyándose en el pecho del moreno, riendo.

Mingyu lo sostuvo de la cintura, agachando la cabeza, también riendo. El calor del ambiente y la diversión, el alcohol y la música, en los ojos de Minghao se reflejó cuando alzó la mirada hacia él.

Se miraron mientras a su alrededor las personas bailaban, danzando como un cascabel siendo agitado. Jihoon vio de lejos la escena, de ellos dos mirándose mutuamente y reconociendo algo tan viejo como lo era el amor entre ellos.

A Minghao le brillaron los ojos y miró en los labios de Mingyu, esperando, pero el moreno aunque también tenía su mirada puesta en la boca del otro hombre, sólo sonrió y le agitó el cabello con cariño.

—Ya me dio sed, flaco, vamos a la mesa por los últimos tragos de la noche, debes estar cansado.

Minghao trató de no demostrar la decepción en su rostro y también sonrió, dándole unas palmadas al pecho de Mingyu, asintiendo.

Fueron de nuevo a su mesa donde Minghao se sentó primero y luego Mingyu, que les sirvió los tragos desde la botella de mezcal.

Tenían sudor bajando por sus frentes y la piel del moreno relucía debajo de las luces cálidas del bar; Minghao no pudo evitar admirarlo y querer suspirar de lo maravilloso y guapo que era Mingyu. Lo mucho que había llegado a quererlo y sobre todo, desearlo.

Se movió más cerca de él, pegándose a un lado de su cuerpo, pues mientras pudiera hacerlo no desaprovecharía la oportunidad.

Mingyu casi desborda de mezcal el vasito de vidrio cuando Minghao se le pegó, y miró hacia un lado, sonriendo.

—Hey flaco —le dijo, mostrando sus caninos.

—Hola vaquero. —Minghao le sonrió de forma coqueta, inclinando la cabeza hacia un lado. Inhaló el aroma masculino de Mingyu y pegó su nariz a su hombro, dejando un beso en él.

Mingyu sonrió ampliamente, pasándole el trago a Minghao que lo miró fijamente por unos momentos y luego lo aceptó.

La última vez que habían estado ahí bebió un poco de más y Mingyu... Bueno, él era un caballero.

Miró el líquido semi-transparente en el vasito de vidrio y Mingyu se tomó el suyo de golpe, gruñendo después con gusto.

—Una delicia —lo escuchó decir, pero Minghao no se bebió el suyo, dejó el vaso en la mesa de nuevo y dejó de sonreír. Mingyu notó esto enseguida.

—¿Qué pasa? ¿Ya tuviste mucho, flaco?

—No, no es eso... No he tenido mucho, Mingyu —dijo, alzando la mirada con esos ojos encantadores debajo de sus dos cejas.

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora