𝘅𝗶𝗶𝗶. 𝗟𝗮 𝗣𝗲𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿𝗮

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«La sirena se embarcó en un buque de madera»

Minghao se quedó atónito ante la revelación del nahual. Observó de nuevo al búho a su lado y a este lo invadió la luz al igual que antes había sucedido con el alebrije de Mingyu.

Tuvo que cerrar sus ojos momentáneamente, aún flotando en el lago azul claro iluminado por la luz de luna.

Cuando la luz del alebrije tecolote cedió, Minghao abrió los ojos y retiró su antebrazo para verlo. Esos ojos castaños que enseguida se llenaron de lágrimas como primera reacción.

Ahí estaba Junhui, sonriéndole, a su lado, como siempre lo había recordado, vestido con ropas blancas y parecía más vivo que cuando lo estuvo en vida.

Minghao se llevó las manos a la boca, bajando las cejas y sintiendo las lágrimas a punto de derramarse de sus ojos.

—¿Junjun...?

El aludido asintió, sin dejar de sonreír. Minghao quería abrazarlo, pero no sabía si se podía, así que sólo observó a su mejor amigo con nostalgia y pesar, con alivio y amor de amistad.

—El espíritu de Junhui es tu alebrije, te cuida a dónde quiera que vayas... Y él te guió a mí en el pasado y lo volverá a hacer en el futuro.

Escuchó la voz del nahual y Minghao miró al calupoh negro flotando también con él, y a su lado estaba Wonwoo, acompañándolo.

—Oh, Jun —Minghao volvió la mirada al que había sido como su hermano—. ¿De verdad estás conmigo?

El alebrije en su forma humana abrió la boca y al escuchar su voz, Minghao por fin soltó sus lágrimas, en largas penas que había guardado mucho tiempo.

—Siempre, Haohao, siempre.

Entonces sin saber si se podía o no, Minghao se abalanzó a Junhui y lo abrazó, aliviado de que pudiera hacerlo y que su amigo lo recibiera. Jamás creyó que eso era posible, volver a abrazar a su mejor amigo que había fallecido. Pero Mingyu le había dado la oportunidad y ahora podía decirle todo lo que no había podido antes de que se marchara a otra vida.

Eso hizo, separándose de su Jun para verlo directamente a la cara y decirle todas esas cosas que no pudo y su amigo lo escuchó.

Mingyu y Wonwoo sólo observaron a los amigos con una sonrisa. El calupoh miró al azabache y le habló también. —Me alegro verte, hermano —dijo, con sus ojos oscuros de calupoh sobre los oscuros del alebrije.

—Igualmente, Gyu —respondió Wonwoo—. Aunque sabes que siempre estoy contigo y ahora que has encontrado a tu otra mitad yo encontré a la mía también —señaló a Junhui con su cabeza.

Mingyu agachó la cabeza y la subió en un gesto que sustitutía una sonrisa.

Minghao por su parte seguía hablando con Junhui y este le contó mejor que era un alebrije para que su amigo tuviera una idea de lo que significaba su lazo espiritual.

—¿Eres mi guía? —preguntó, limpiándose las lágrimas, pero sin soltar a Junhui, el cual volvió a asentir.

—Sí, Haohao, por eso estoy contigo aunque no de forma física, pero espiritualmente nunca he dejado tu lado —respondió, poniendo una mano en el cabello de Minghao.

—Mingyu dijo que me guiaste a él, ¿es verdad? —preguntó con ojos grandes.

—Así es, es uno de mis deberes como guía —Junhui no dejaba de sonreír—. Y Wonwoo guió a Mingyu hacia ti también.

Habían puesto sus fotografías juntas en el altar, y eran sus alebrijes, sus guías espirituales.

Ahora se daba cuenta lo conectado que estaba con Mingyu aún antes de conocerlo, era más que un milagro, sólo habían tenido que reunirse de nuevo en esa vida, pero siempre se habían estado buscando y todos los sucesos los habían llevado hasta ese momento.

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora