𝘃. 𝗟𝗮 𝗦𝗮𝗻𝗱𝘂𝗻𝗴𝗮

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«¡Ay Sandunga! ¡Sandunga, ay mamá, por Dios! Sandunga no seas ingrata, mamá de mi corazón»

Mingyu cerró la puerta del departamento y las memorias del día anterior llegaron a él.

Se quitó la chaqueta y la lanzó al sillón, dejándose caer en él, admirando, con la poca luz que había, su brazo derecho, en el cual la venda se manchaba de un carmesí que pertenecía a la sangre manando de la herida debajo.

Había tenido un presentimiento y esos nunca los ignoraba. Tenía que ver con Minghao.

El día anterior, desde el momento en que no lo vio entrar a El Tecolote, supo que algo presagiaba un mal.

Y no fue difícil seguirlo. Minghao tenía una presencia que resaltaba sobre las demás, y el olfato de Mingyu era agudo, no podría perderle el rastro aunque quisiera.

Encontró al otro hombre en el bar de Jihoon, un amigo suyo, de los pocos que podía confiar en Yabbay, al igual que Seungcheol y él siempre recto y racional Joshua.

Jihoon, que tenía una relación con uno de los policías bajo el mando de Seungcheol, el cual era Soonyoung, otro de los pocos hombres en quien podía confiar.

Así que el bar El Tigre, el cual había frecuentado tanto como el restaurante de Jeonghan, El Tecolote, con la intención de abrir sus oídos y obtener información de la boca de las personas, era un lugar conocido para él.

No le costó pedir una cerveza y sentarse en una de las mesas del fondo.

En ese bar las personas solían ponerse muy alegres a bailar y zapatear en el espacio libre del centro entre las mesas, así que siempre había un ambiente muy vivo y de fiesta, una particularidad solamente de ahí. Una celebración diaria a la vida, pero aún así, un lugar para los solitarios con la intención de un escape temporal.

Tal vez ese fuera el caso de Minghao, que se sentó en la barra y pidió cerveza tras cerveza, a pesar de tener una expresión de disgusto en cada trago que daba, como si no le gustara.

Mingyu lo observó desde lejos, al mismo tiempo que notó que Jihoon se dio cuenta de su insistencia de mirar a Minghao, como si fuera la única persona del lugar.

Pero no sé acercó a él.

Se arrepintió de no haberlo hecho, pero ya nada pudo hacer.

En un momento, Minghao se paró del banco alto y pagó su cuenta, compartiendo palabras que parecían amigables con el dueño del bar. Luego caminó hacia la salida, con su equilibrio casi intacto, como si ni el alcohol en la sangre pudiera hacerle perder esa gracia suya.

Mingyu no esperó mucho para salir tras de él.

La noche oscura, iluminada principalmente por las luces amarillas de la calle, puesto que la luna no podía hacer mucha diferencia en su estado menguante, y las estrellas, oh, ángeles apenas visibles desde la tierra.

Recordó algo que Wonwoo le había contado.

«Mi abuela decía que las estrellas son las personas que han fallecido, aquellas que nos han dejado atrás, como nuestros familiares y amigos. Que desde el cielo nocturno, cuando la luz del día ya no está, nos vigilan y nos cuidan, velando por nuestros sueños, cuando nosotros no podemos hacer nada más que seguir viviendo, ya sin ellos»

Sonrió ante esa memoria. Las palabras exactas que alguna vez su amigo le dijo, mirando ese cielo, que era el mismo de ese día del pasado, como también lo era tan diferente en el presente.

"Si me ves desde allá arriba, Woo, espero que no te decepciones de la persona que soy..."

Pensó, mientras seguía la silueta de Minghao mucho más adelante, una figura esbelta bajo las luces de la calle, en su abrigo estilizado y con su marcha apenas desigual, mientras hablaba en voz alta unas cosas que a sus oídos no podían llegar por la distancia entre ellos.

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora