𝗶𝘃. 𝗟𝗮 𝗠𝗮𝗿𝘁𝗶𝗻𝗶𝗮𝗻𝗮

273 46 14
                                    

«Niña cuando yo muera, no llores sobre mi tumba»

La luz blanca parpadeando. El sonido de la puerta abriéndose y cerrándose. Unos pasos resonando en la habitación.

Minghao sólo miraba al techo, sin realmente verlo. En su cabeza se repetían las imágenes de hacía unas horas en la madrugada. Según el reloj de pared que no dejaba su sonido de tic-toc tic-toc ya eran las 7:03 de la mañana. ¿Cuántas horas habían pasado?

—Joshua, ¿puedes examinarlo? Por favor.

—¿Por qué no lo llevaron directamente al hospital?

Escuchó dos voces dentro de la oficina, pero Minghao siguió mirando hacia arriba, sin expresión, sin reaccionar a lo que sucedía a su alrededor.

—Los paramédicos lo revisaron y él estaba bien, al contrario del pobre diablo que tenía el cuerpo destrozado...

—Bueno, entonces por qué quieres que yo lo revise una segunda-

—Sólo házlo, necesito su testimonio.

—¡Es una víctima, Cheol! —Un susurro gritado.

Minghao parpadeó dos veces y en su visión apareció un hombre de cabello oscuro, con traje y una bata impecable. Tenía ojos afables y grandes, como los de un ciervo manso.

—Hola, mi nombre es Hong Joshua y soy médico forense. ¿Puedo saber tu nombre?

Minghao volvió a parpadear. Veía mucha sangre y sombras detrás de sus párpados cada vez que los cerraba, y al abrirlos, aquellas figuras lo perseguían a pesar de la luz del día.

Joshua lo observó y su expresión fue cambiando a consternación conforme se daba cuenta del estado mental actual de Minghao.

Otra persona apareció en su visión. A él sí lo había visto con anterioridad. Un hombre de traje con el saco abierto y con una placa de policía sujeta al cinturón.

Robusto, de piel pálida y también con el cabello azabache. Tenía largas pestañas y su gesto no era diferente al médico, aunque su expresión era más dura.

¿Le había crecido una segunda cabeza o qué? ¿Por qué lo miraban así?

—Su nombre es Xu Minghao, según su identificación. No ha dicho ni una palabra desde que lo encontramos en ese callejón.

—Está en shock, Seungcheol, fue víctima de un asalto. —Joshua miró con el ceño fruncido a su amigo y colega, reprobando su conducta.

"Los policías no tienen delicadeza" pensaba.

—Eso ya lo sé, pero ya lleva horas así y esperaba que pudieras hacer algo —dijo el policía, revolviendo su cabello en frustración—. No podemos ayudarlo de esta forma.

—Entonces llama a alguien que lo conozca. ¿Le has preguntado eso?

Seungcheol miró a Joshua con cierto asombro de que se le hubiera pasado algo tan simple como eso y negó con la cabeza. El médico suspiró y regresó la vista hacia el hombre más joven.

—Minghao, ¿hay alguien que conozcas, un familiar o amigo, al que podamos contactar para que te recoja? —Joshua preguntó con suavidad.

¿Familiares? Estaban en China y no tenía contacto con ellos desde hace años.

¿Amigos? La única persona a la cual le había llamado de tal forma, ya no vivía. Había fallecido, dejándolo solo en este mundo.

Solo...

—¿No tiene a nadie? —Joshua le lanzó una mirada confusa a Seungcheol y este se encogió de hombros. Lo único que sabían de él era lo que habían recogido de su identificación.

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora