𝘅𝗶𝗶. 𝗙𝗹𝗼𝗿 𝗦𝗶𝗹𝘃𝗲𝘀𝘁𝗿𝗲

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«Flor silvestre y campesina. Flor sencilla y natural. No te cree ni una flor fina por vivir junto al nopal»

Una tarde tranquila, como muchas lo eran últimamente. Dos cafés en una mesita en el jardín, con el cielo azul lleno de nubes de muchas formas, el viento fresco del otoño, de casi diciembre, pues pronto sería invierno y en Yabbay solía nevar en esa estación.

Una mano tomó una de las tazas de café y se la llevó a los labios. Había música de fondo, de una región de un país lejano a ese, pero cercano en el corazón. Música tradicional, con la guitarra y la voz que sonaba melancólica, acerca de la nostalgia de estar lejos de su tierra.

Se hacían compañía mutua, aquellos dos hombres, los cuales tenían un libro en las manos, junto a muchos más sobre la misma mesa en donde reposaban sus tazas de café caliente. Pilas de ellos, porque estaban en medio de una investigación, que era un proyecto más bien de pasión y curiosidad, pero más una excusa para seguir estando juntos. Eso ambos lo sabían, pero no lo decían en voz alta.

De repente alzaban la vista del libro y se sonreían, entre un sorbo de café, entre las líneas de las páginas que leían. Las canciones cambiaban y junto al susurro de las hojas de los árboles, eran el único sonido entre ellos. No necesitaban romperlo, ya que hablaban con el lenguaje de sus cuerpos, sentados lado a lado en la misma banca, debajo de un nogal. Los dos perros xolos, Calígula y Charro, vestidos con suéteres al no contar con pelo, los acompañaban bajo sus pies, descansando sobre sus patas.

Joshua pasó las páginas más rápido y al no encontrar nada que le pareciera convincente tomó otro de los libros de la extensa colección del historiador. Este ponía en el título «Nahual: La Vestidura de la Noche».

El título por sí solo llamó la atención de Joshua que abrió el libro en el índice para darse una idea de lo que tenía de contenido. Seokmin se mantuvo leyendo el mismo libro acerca de los dioses aztecas y su mitología, aunque ya se la sabía al derecho y al revés, pero siempre había un detalle que se podía escapar de uno.

El libro que Joshua tenía contaba con dibujos, cosa que llamó aún más su atención porque eran el arte común de los antiguos pobladores de Mesoamérica, con sus colores vívidos y sus formas rectas, de ojos grandes, de animales y humanos.

Joshua se congeló en una de las páginas, con los dedos sosteniendo la esquina y los ojos fijos en esa ilustración. Era un hombre que parecía evolucionar hasta convertirse en una especie de animal, un perro o un lobo, o tal vez ambos, por su tamaño. Tenía un color negro y debajo podía leer:

«El hombre proyecta sobre la naturaleza sus cualidades y atributos, y dota a los seres que la conforman, los cerros, los astros, los animales y las plantas de inteligencia, voluntad y lenguaje.»

—Seokmin, mira esto, ¿no te parece familiar? —Joshua se inclinó hacia un lado y le mostró la página al hombre a su lado, que bajó su propio libro para ver lo que el médico forense le mostraba.

—¿Es... Una transmutación?

—Pero mira —Joshua rebuscó en el bolsillo de su pantalón para sacar una hoja arrugada, alisandola sobre la otra página opuesta a la que tenía el dibujo—, ese perro negro se parece al dibujo que hizo Minghao.

Ambos miraron la similitud de ambos dibujos y luego levantaron la vista para verse mutuamente.

Luego Joshua procedió a leer más al respecto, poniendo el dedo en las líneas que comenzó a leer en voz alta para Seokmin y para su misma comprensión de aquella criatura.

—Brujo capaz de transformarse en algún animal... Espíritu familiar adquirido por los ancianos o por personas destacadas de un grupo... Entidad totémica... Proyección de una entidad anímica con la que se mantiene un lazo indisociable... Transmutación en otro animal...

Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora