𝘃𝗶. 𝗧𝗿𝗼𝗻𝗰𝗼 𝗦𝗲𝗰𝗼

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«He pasado por la calle en qué vivimos, que vivimos en un tiempo tan felices»

Minghao tenía las piernas cruzadas mientras su pie se movía de una manera ansiosa, con el codo recargado en su muslo mientras se mordía las uñas, un mal hábito suyo que sólo surgía en situaciones así.

Estaba en la sala de espera del área de emergencias. Los médicos y enfermeros se apresuraron a tratar a Mingyu para reducir su fiebre y administrarle antibióticos, así como curar su herida de manera adecuada.

Cómo no podía dejarlo solo, habló en el trabajo para dar su ausencia. La ventaja de ser tan diligente en lo que hacía era que siempre adelantaba todo y no tenía que estar directamente en su taller en el museo atendiendo cada pintura que llegara o que tuviera que mantener.

Seungcheol los había dejado ahí, preocupado por Mingyu, puesto que eran amigos, y obviamente, preocupado por Minghao, puesto que la última vez que había visto al hombre más joven no había sido en la mejor situación posible.

De nuevo se había metido en una situación tediosa.

Después de un rato, donde se distrajo leyendo un libro en PDF en su celular, una doctora se acercó a él, preguntando si era la persona que había llegado con Mingyu y él asintió, poniéndose de pie.

Detrás de ella venía el susodicho, con el antebrazo vendado y con su rostro serio, más unos medicamentos sostenidos en su brazo sano.

La doctora le dio instrucciones a Minghao de cómo debía de cuidar la herida en los siguientes días y que si las seguía al pie de la letra, sanaría sin problemas.

Minghao prestó atención, incluso anotando aquello en su celular. Eran cosas sencillas de hacer, pero si Mingyu había sido tan descuidado, le tocaba a él ser el que se asegurara de que no volvería a cometer los mismos errores.

Cuando la doctora le dijo todo lo que tenían que saber, a Mingyu le permitieron ir a su casa, con antibióticos administrados, curación adecuada de la herida y un antipirético porque la fiebre se le había subido mucho.

Mingyu lo miró con las cejas bajas, pues ya estaba en sus cinco sentidos y lucía culpable por todo aquello.

Minghao se limitó a suspirar. Aún no lo iba a regañar por descuidarse así. Lo tomó de su brazo izquierdo y le dio un apretón para animarlo.

—Vamos a casa, necesitas comer y descansar.

El mayor lo siguió mirando con ojos de cachorrito triste y Minghao optó por tocar su mejilla con suavidad.

—Hey... Vamos.

El más alto asintió, casi haciendo un puchero. Minghao no pudo reprimir una risa tierna.

—Pareces un perrito al que no le gusta ir a la veterinaria —dijo el menor de buen humor.

Pero después, algo llegó como un flash en su mente. Su sonrisa vaciló y volvió a prestar atención en el brazo vendado de Mingyu.

—Déjame devolverte el favor, ¿si? —dijo con voz suave.

El periodista lo miró fijamente. Aún sin decir nada, tomó la mano de Minghao en su mejilla y éste se sorprendió por el gesto tan gentil.

—Vamos a casa, ¿sí?

Al final, Mingyu cedió, aceptando su culpa, y siguió a Minghao para ir a su departamento.

Al final, Mingyu cedió, aceptando su culpa, y siguió a Minghao para ir a su departamento

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Nahual (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora