Minho parpadeó, incapaz de creer que Taemin fuera tan dúctil contra su cuerpo.
Tal vez estaba alucinando. Los solitarios meses que habían pasado separados podían haberle trastornado los sentidos. Se preguntó si lo deseaba con tanta desesperación que su mente lo había obligado a materializarse ante él.
No lo sabía, pero estaba a punto de descubrirlo. En un segundo, su boca se apoderó de la de él. Era real. Más real de lo que se atrevía a recordar. Suave. Dulce. Y en sus brazos.
Unos sonidos graves y guturales abandonaron su garganta mientras le besaba.
Los hombres que había a su espalda silbaban y vitoreaban, pero Minho apenas los oía; estaba concentrado en el débil gemido de bienvenida de Taemin.
Notó las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas y lo quiso tanto que tuvo que contenerse para no llorar él mismo. Volvió a besarlo, entrelazando su lengua con la de él, introduciéndose más y más adentro, en las profundidades de esa boca tan dulce como la miel.
Los desaforados gritos que oyó a su espalda recordaron a Minho que, por mucho que lo deseara, no podía seguir haciéndole el amor a Taemin. Al menos no delante de varias docenas de colegas. Apartarse de él fue lo más difícil que había hecho en su vida.
—¿Estás sorprendido? —bromeó Taemin, uniéndose a él en el centro de la sala y dándole una palmada en la espalda.
Incapaz de hablar, Minho asintió. Sus ojos, insaciables y deseosos, se encontraron con los de Taemin. No pudo resistirse a darle un abrazo más. Lo rodeó con sus brazos, cerró los ojos e inspiró el aroma a lavanda que era característico de él y de nadie más. Había soñado con ese momento tantas veces, que, al vivirlo, le resultaba difícil creer que estuviera sucediendo en realidad.
Miró el mar de rostros que lo observaban, incapaz de expresar la gratitud que inundaba su corazón.
—Vamos, teniente —instruyó Choi Jinri—, siéntese antes de empezar a hacer el ridículo. Están a punto de servir la cena. —Jinri y él habían trabajado juntos casi cuatro años, y era un gran admirador suyo. En realidad, si Minho lo pensaba bien, su relación era un poco inusual. Jinri era una amiga y nunca había pensado en ella de otro modo. Le preocupaba que Taemin se sintiera amenazado por su amistad por la teniente.
—Hemos sacado el postre al principio —le gritó un amigo, con tono bromista.
Manteniendo a Taemin a su lado, Minho se encaminó hacia su mesa. Varios amigos se acercaron, deseosos de presentarse a Taemin. Muchos de ellos habían trabajado con su padre en algún periodo de su servicio y estaban interesados en tener noticias del simpático Lee Jinki.
Por mucha gente que le hablara o intentase atraer su atención, Minho no podía quitar los ojos de su bello señorito irlandés durante más de unos segundos. Era como si un imán atrajera su mirada hacia él una y otra vez.
La mirada de Taemin parecía igual de hambrienta que la de él. Una explosión de emociones dominaba a Minho, y habría sido incapaz de definir muchas de ellas. Todo lo que sabía, y cuanto le interesaba saber, era que Taemin estaba sentado a su lado. Tenía el corazón henchido con un amor tan fuerte que se sentía débil.
Los hombres lo rodeaban. Sus amigos le hacían preguntas. Sirvieron la cena.
Minho rió, charló, comió e hizo todo aquello que se esperaba de él. Pero de vez en cuando, sus ojos volvían a los de Taemin y parecían ahogarse el uno en el otro cuando se encontraban.
Era aún más bello de lo que él recordaba. Su atractivo no era de los que llamaban la atención, pero tenía esa rara cualidad, mezcla de fuerza y gentileza, que brillaba como una luz en ella.
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LCM
FanfictionEsta es mi segunda adaptación, le tengo mucho aprecio, así que la tendrán de nuevo.