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Esa noche, después de la vista de conciliación de Kibum, Taemin se despertó de un sueño profundo con los ojos llenos de lágrimas. Estuvo quieto unos minutos, intentando recordar qué había estado soñando que fuera tan amargamente triste.

Pero no pudo. Se dio la vuelta, miró el reloj y exhaló un suspiro. Aún faltaban varias horas hasta que sonase el despertador.

Ahuecó la almohada con la intención de volverse a dormir, y en cierto modo le sorprendió descubrir que le resultaba imposible. Las lágrimas anegaban sus ojos y empezaban a surcar sus mejillas a un ritmo alarmante.

Se incorporó, buscó un pañuelo de papel y se sonó la nariz con fuerza. No entendía qué le estaba ocurriendo ni por qué le parecía tan necesario llorar. Una retahíla de posibles razones pasó por su cabeza. Hormonas. Echaba de menos a Minho. Su experiencia con Kibum esa mañana. BoAh. Había un buen número de excusas para despertarse llorando. Pero no alcanzaba a comprender el porqué de ninguna.

Volvió a taparse y se quedó tumbado mirando al vacío. Deseaba intensamente que Minho estuviera a su lado en ese momento. Él lo tomaría en sus brazos y lo reconfortaría con ternura. Lo besaría hasta borrar todas sus dudas y miedos. Después lo acariciaría cómo y dónde a él más le agradaba, hasta que dejase de llorar.

Taemin lo echaba más de menos en ese momento que en los seis meses que había estado en el mar.

Cerró los ojos y su mente se llenó de rostros y tensiones. Eran los rostros de los hombres y mujeres que había visto en el juzgado esa mañana. El desapacible silencio, mientras esperaba a que Kibum y Jonghyun salieran del despacho del juez, le había impresionado.

Era un silencio distinto a cualquier otro. Había filas de bancos de caoba en el pasillo que, irónicamente, parecían bancos de iglesia. Los abogados hablaban con sus clientes mientras esperaban su turno ante el juez. Kibum debía de haber cruzado y descruzado las piernas más de cien veces, de lo nervioso que estaba. Después había empezado a balancear el pie a una velocidad de vértigo.

Después, cuando Jonghyun y él entraron al despacho, Taemin se había quedado solo, rodeado por ese silencio tenebroso y cargado de dolor.

Taemin también estaba preocupado por BoAh. La mujer había telefoneado porque necesitaba hablar. El dolor y la ira que le habían provocado sus circunstancias habían llegado a un nivel tan opresivo que no podía tolerarlo más. Durante el curso habían hablado de lo importante que era pedir ayuda en momentos así. Teamin había pasado casi una hora al teléfono con BoAh, escuchando mientras la mujer se desahogaba.

BoAh estaba empezando a aprovechar ese foco se fuerza interna cuya existencia había desconocido. Taemin confiaba en que se sobrepondría a todo y acabaría sintiéndose fuerte y segura. Pero no pensaba lo mismo de la jovencita que había visto al llegar al juzgado esa mañana.

Tenía la expresión desesperada de su rostro grabada en la mente, como una obsesión, la joven lloraba suavemente e intentaba disimular sus lágrimas. Temblaba. Daba la impresión de haber perdido el equilibrio.

A Taemin se le encogió el corazón de nuevo al recordar la angustia que había visto en los ojos de esa joven madre. Desconocía sus circunstancias, sólo sabía lo que había escuchado mientras esperaba a Kibum. Sin embargo, esos ojos rojos y dolidos seguían atormentándolo muchas horas después, en mitad de la noche.

Kibum había salido de la vista con el juez tan desazonado que Taemin le había sugerido que fueran a almorzar antes de volver a la oficina. Kibum apenas había dicho nada y ambos habían comido en silencio. Un silencio tan desapacible como el que Taemin había experimentado en el juzgado.

Estaba reviviendo esa desagradable sensación, tan intensa que casi la sofocaba, en ese momento, en su cama, y no sabía por qué.

...

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