Pánico

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Resulta que mi lesión del tobillo había sido completamente beneficiosa. Primero porque gracias a ella, no tuve que entrenar durante cuatro días. Segundo y más importante, porque Jared se encargaba de revisarme el tobillo tres veces al día. Nuestra relación ya no era tan fría como antes, no se parecía ni por asomo a mi amistad con Kevin, pero mejor eso a nada.

La mayor parte del tiempo la pasaba entre libros y películas. Me tragaba cualquier cosa que echasen en la televisión. Lo peor era cuando se apoderaban del mando y tenía que soportar aquellos interminables partidos de fútbol.

A diario, me acordaba de mi madre. Nada más acostarme y al dormirme, a veces cada hora. Kevin y Jared eran una distracción, pero nunca olvidaba mi verdadera situación. Deseaba tanto volver a estar con ellos que al imaginarlo mis ojos se llenaban de lágrimas.

En general, el tiempo pasaba lento y sin embargo, al hacer recuento, no podía creer que ya llevaba cerca de un mes aquí, con ellos. Un mes que había perdido, en el que debería estar en el colegio, con mis amigas y mi familia. ¿Y qué pasaría si no volvía en dos meses? Obviamente mis amigas iban a saber que yo no estaba simplemente de viaje. Había gente que me echaría de menos y notaría mi ausencia. La familia de mi madre no vivía en el país, pero eventualmente, con la falta de noticias comenzaría a preocuparse. La familia de mi padre consistía en un hermano soltero, el tío Ralph. ¿Sabría el tío Ralph el verdadero oficio de mi padre? ¿Su verdadera muerte? Claro que lo sabría.

Y aquí estaba yo. Pensando en que a pesar del tiempo que había pasado, seguía pareciéndome completamente irrealista la situación en la que me encontraba.

Jared había salido a correr. Yo estaba disfrutando de la comodidad de mi cama y regodeándome en mi pereza. Sin estudiar ni entrenar.

Otra cosa que no me quedaba más remedio y a la que ya me había convertido completamente inmune era a verlos salir del baño con la toalla en la cintura. Intentar que no lo hiciesen era ya una lucha perdida. Así que cuando Kevin salió del baño ni si quiera presté atención a su falta de ropa.

- Kate, que estés lesionada con el tobillo no significa que puedas pasarte el día entero en la cama. A parte, ya está casi completamente recuperado.

¿Cuándo se había convertido Kevin en Jared?

- No me pongas esa cara anda. Es solo que lo estabas haciendo muy bien y lo creas o no has progresado bastante. Has pasado de ser una chica inútil patosa e indefensa a una chica inútil y patosa.

¿Por qué ni si quiera me sorprendió su comentario? Le tiré una almohada a la cabeza. Su franqueza era demasiado directa.

- Es coña. Bueno tú sabes... El caso, no estropees todo lo que has aprendido por una lesión que ya está recuperada. Cada día perdido puede costarte la vida, piénsalo.

Movida por la culpabilidad que había despertado sus palabras, me levanté de la cama y me puse en marcha. Ya era hora de que volviese a entrenar.

Kevin me sonrió satisfecho

- Voy a vestirme y preparar el salón. Te doy cinco minutos. - me amenazó antes de desaparecer.

Como parte de mi nueva rutina, fui al baño a lavarme la cara, los dientes, hacerme una cola alta y ponerme mi ropa de deporte. Enseguida estuve en el salón. Entrenar con Kevin requería muchos menos minutos frente al espejo que con Jared.

Seguíamos entrenando igual que aquel bendito día que se le ocurrió mezclar boxeo con baile. Así era bastante más ameno. Sin embargo, ahora teníamos que ser mucho más cautelosos con el volumen de la música tras la llamada de atención de los vecinos. Fue un día de la semana pasada. Jared estaba sentado en la barra de la cocina mientras que Kevin y yo entrenábamos. Estábamos todos riéndonos de algo cuando justo sonó el telefonillo. La mirada de horror que compartimos los tres fue suficiente para despertar mis peores miedos.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora