El médico

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Decidí dejar de regodearme en mi sufrimiento y empezar a poner mi vida en orden. Empecé con una ducha y cambiándome aquel estúpido bikini. Mis ojos seguían hinchados y rojos. Tuve que recurrir a algo de maquillaje para camuflarlos. Encontré una sudadera en mi maleta y me la puse encima del pijama para salir a cenar. Con suerte, la tele estaría despejada y algo de entretenimiento podía ayudarme a despejar mi mente. Sobre todo, porque sabía perfectamente que esa noche no iba a conseguir pegar ojo. Y prefería tragarme el canal de la tele tienda a estar dándole vueltas al tema.

Lo que no había pensado era que al bajar a la cocina podían estar ambos. Y que efectivamente verlos, era algo para lo que no estaba preparada. Pero tenía que estarlo. Así que iba a estarlo. Kevin y Jess también estaban en el salón, así que por lo menos no estaba sola.

- Katy, ¿dónde has estado? Ya hemos cenado todos – me adelantó Kevin acercándose a mí.

- No te preocupes, no tengo mucha hambre- le contesté evitando su pregunta para así no tener que mentirle ni contarle que me había pasado las últimas 4 horas llorando en la cama y lamentando mi existencia.

Jared y Pipper estaban sentados en el sofá viendo la tele. Jess estaba cogiendo una cerveza de la nevera.

- Venga vente, vamos a ver una peli – me dijo mientras que me agarraba de la mano y me conducía al sofá.

Intenté oponerme pero sabía que era inútil. Además, no podía estar evitándolos eternamente cuando convivían conmigo.

- Kate, ¿qué te ha pasado? –su pregunta me pilló desprevenida.

Pensé que había descubierto por culpa de mis ojos que me había pasado toda la tarde llorando, pero cuando lo miré tenía los ojos clavados en mi brazo. Resulta que mi piel estaba llena de ronchas. Rápidamente miré mi otro brazo para efectivamente, encontrarme con el mismo resultado. Enseguida, los demás estuvieron a nuestro lado. Me levanté la camiseta del pijama con la sudadera, para ver exactamente las mismas ronchas en mi tripa. Lo único que se me ocurrió fue que me había puesto así de llorar tanto, pero aquello era tan estúpido que ni si quiera podía crear que me lo hubiese planteado de verás. Más cuando se suponía que era una futura doctora.

- Alergia – dijeron a la vez Jared y Pipper. Genial. Ahora se coordinaban hasta para hablar y diagnosticar.

Pero por mucho que odiase admitirlo, tenían razón. Era el síntoma más obvio de la alergia. Lo peor era que sabía perfectamente que aquello me iba a empezar a picar horrible en cuestión de segundos.

- ¿Qué ha podido ser? – preguntó Kevin a los demás.

- La piscina – concluyó Jared.

Desde luego, era lo más lógico. Además, tenía que admitir que no era la primera vez que me pasaba aquello.

- Joder, pues vas a pasar la noche bien fastidiada – soltó Jess. Y tanto, pensé. Lo cierto era que de todo, esto iba a ser lo que menos me afectase. No pude evitar pensar que qué era lo que Dios tenía contra mí.

Y tal y como predije, los picores empezaron. Tan pronto como me llevé la mano al brazo para rascarme, Jess y Kevin se acercaron para impedírmelo. Agarrándome cada uno de un brazo me llevaron al sofá. Jared y Pipper volvieron a donde estaban antes.

- ¿Qué hacemos? – preguntó Kevin.

- Las únicas pastillas que podrían aliviarle el picor, solo las venden en farmacia y a esta hora están cerradas. – contestó Pipper

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