Capítulo 5

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NISA

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NISA.

Masturbé el falo del sujeto que tengo en frente, asustándome un poco, su silueta cubierta por el pantalón me decía que era de buen tamaño, pero no imaginé que fuese así de largo, así de grueso, mi boca corre el peligro de rasgarse si no soy cuidadosa.

Saqué la lengua y lamí desde las bolas hasta la punta, viendo a Can hacia arriba, observándome con los dientes apretados, nuevamente, como si me odiara, y esa es la mirada que más me prende cuando se trata de él.

Escupí en su glande y repartí la saliva por su tronco para hacer más fácil la tarea de engullirlo, besando la punta, abriendo grande para darle cavidad a semejante monstruo con el que deseo atorarme voluntariamente.

La maldición se escuchó a coro al escuchar la puerta chirrear anunciando que teníamos visitas, mi jefe se apresuró a guardarse el pito y sujetarme por las axilas para ponerme de pie antes de que nuestro indeseable visitante llegara a la planta baja, empujando a la mujer que cuelga del techo con diversión mientras esta lloraba.

Que mala torturadora soy, olvidé a mi victima por completo, soy muy mala en este trabajo.

— ¿Qué mierda haces aquí, Aslan?

Preguntó mi jefe con notoria molestia sin intentar ocultar la erección dentro de su pantalón ni un poco.

— Escuché que cierta personita estaba aquí y vine para asegurarme de que así fuera — acercándose a largos pasos relajados hacia nosotros— Aún no nos presentan y esa es una lástima.

— Fuera de aquí, la señorita Yildiz tiene que trabajar.

¿Ahora soy la señorita Yildiz de nuevo?

Curioso.

— Pero hermanito... No puedo quedarme con las manos quietas — acortando la distancia rápidamente conmigo, sujetó mi rostro con fuerza y plantó un beso en mis labios, luego lamió mi mejilla de forma repugnante— ¡Marcada! Serás mía, ángel, papá me advirtió, pero soy muy malo siguiendo órdenes.

Así que este es Aslan Vural, la oveja negra de la familia. He escuchado historias sobre él, pero jamás lo he visto.

El sujeto se movió hacia atrás con la rapidez suficiente para evitar un golpe por parte de Can, quien se apresuró a empujarme hasta quedar tras su cuerpo.

— No vuelvas a hacer esa mierda nunca. Mi secretaria, esta mujer es mía — señalándome— Por lo tanto, yo autorizo quien le pone las manos encima.

Le falta mearme encima y ya está, su posesividad es digna de un psicópata que necesita con urgencia una visita permanente al hospital psiquiátrico.

— Hermanito, te aseguro que quiero ponerle más que las manos encima, hagamos un trato, trabaja para ti y se divierte conmigo ¿Qué dices?

Intenta acercarse otra vez, Can no duda en lanzar otro puñetazo y esta vez sí le dio, Aslan se tambaleó hacia atrás dos pasos antes de recuperarse, limpiarse la comisura de la boca y sacar su arma, disparándole en el brazo a la mujer colgada.

Teatro de Sombras (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora