Nisa es la secretaria del gran empresario Can Vural, sólo que... Nunca lo ha visto.
Nisa es rebelde, alocada, intrépida, no mide el peligro, no obedece y no baja la cabeza ante nadie, es secretaria y sicaria, trabajando para los Vural luego de firma...
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NISA.
Me pasé las siguientes semanas del embarazo trabajando desde casa, no sólo Yakov estaba por aquí, Aslan se mostró varias veces por los alrededores de la casa, las cámaras lograron captarlo en varias ocasiones, pero nunca se acercó lo suficiente para entrar, es cómo si él quisiera que lo vieran, que sepamos que está cerca, sólo quiere jodernos.
Es un maldito loco.
— Nisa ¿Estás bien?
Volteé con rapidez al escuchar la voz de Engin, no lo escuché llegar, un error de mi parte, no estar atenta puede ser catastrófico, sobre todo estos días.
— No lo sé, me he sentido extraña todo el día, ni siquiera he podido trabajar, la panza me molesta más que de costumbre.
Acariciándola para sentir a los bebés moverse, ya sabemos que serán, son gemelas, dos niñas que Can ya adora, y como dijo que serán las princesas de papá, debería ser su obligación elegir sus nombres, ambos, y yo se lo permití, después de todo, mantenerlas a salvo es mi razón de ser, elegir nombre y que... no lleguen a conocer el día sería algo... terrible, por lo que decidí que Can se hará cargo de los nombres y yo de que logren nacer, luego del nacimiento, ya veremos.
Siempre he dicho que no importa lo que suceda conmigo, pero las bebés es otra historia, ellas deben sobrevivir.
— ¿Quieres comer algo? ¿Agua fría? ¿Un helado? ¿Quieres... descansar? Quizá ir a recostarte un momento te ayude, podrías tomar asiento en el sofá de masaje que te compró Can, debe tenerte agotada el peso, podemos ir a la piscina, el agua te ayudará a no sentir ese peso molesta.
Propuso buscando diferentes panoramas que quizá podrían parecer atractivos, últimamente está más atento, y eso que antes ya lo era demasiado.
— Sí, la piscina puede funcionar, quiero sentirme liviana y ágil, últimamente no puedo hacer nada y eso me molesta.
Suspiré agotada.
— Vamos entonces — extendiendo su mano hacia mí— Tus bañadores están en el probador de la piscina para que no tengas que subir escaleras, te dejaré allá y luego me iré para que tengas privacidad.
— Gracias Engin, por estar atento siempre.
Tomando su mano, agradeciendo el que jale ligeramente de mí para ayudar a ponerme de pie, esta panza me hace inútil.
— Claramente me preocupo por ti, niña tonta, eres mi familia.
Di tres pasos antes de sentirme ya en la piscina, ambos miramos el piso justo a mis pies, y el terror en su cara me confirmó lo que yo ya sabía.
— ¡Pero si faltan tres semanas aún!
Preocupándome.
— Al hospital, tenemos que ir al hospital — dijo Engin tomando su móvil— Llamaré a Can, no querrá perdérselo.