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12 de octubre del 2022,  7 de la mañana.


Spreen se despertó a la mañana, le dolía todo el cuerpo y estaba dormido arriba de Juan. Se levantó despacio para no levantar al otro, se dirigió al baño y se miró al espejo. Su cuello estaba lleno de marcas, mordida tras mordida, chupones y besos. Este se sonrojó al verse, pero se puso su ropa (la cual estaba tirada en la sala) y se puso una bufanda del mayor, se estaba muriendo de calor, pero no le quedaba otra y se puso la mascara.

El hechicero estaba profundamente dormido, el chico de la mascara se acercó a él y le dio un piquito, como Juan tiene el sueño muy ligero, abrió los ojos:

- Si me vas a besar, levantame primero, amor... - este habló con voz ronca, y el más joven le sonrió. 

- Me tengo que ir a trabajar, Juan. 

- Bueno, amorcito, que te vaya bien.

- Gracias; adiós - este se retiró de la habitación y el mayor le sonrió.

Spreen estaba caminando lentamente yendo a Spreenfield, hasta que vio a un amigo que no veía hace bastante tiempo, Robleis. Este también se percató de su amigo y lo saludó.

- Spreen - exclamó el de cabellera blanca. 

- ¿Qué onda, wacho?

- Todo tranqui, ¿Y vos?

- También, también.

- Que bueno volver a verte, boludo.

- Lo mismo digo.

Spreen le pidió a Robleis que lo acompañara a Spreenfield para seguir hablando, el otro aceptó y lo acompañó. Se quedaron charlando hasta como las 5 de la tarde y ambos estaban muy contentos de seguir hablando. Como ya era tarde, los chicos se despidieron con un abrazo y un beso, Robleis se fue a su casa a paso lento y Spreen sonrió al recordar tantas cosas que habían pasando juntos.

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Se los dije bien clarito, el Spruan es más canon que mi existencia.

Entonces esto es amor... - SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora