Capitulo 23

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Oscuridad.
Opresiva.
Restrictiva.
Asfixiante.
Se envolvía alrededor de Lay como una cuerda, enrollada y abrasiva, apretándose hasta aplastar sus costillas y ahogar el aire de sus pulmones.
Gemidos y torsión del metal.
El chillido de los pernos dispersos explotando desde sus agujeros.
El fuego crepitante.
El hedor del pelo quemado.
Con el estómago revuelto, Lay abrió los ojos. Una luz roja antinatural convirtió lo familiar en una pesadilla. El C-130 no funcionaba: el generador de corriente alterna se había encendido y empezaba a fallar.
El avión estaba en llamas. Lay tiró de las correas que le sujetaban al asiento, pero estaban bloqueadas. La hebilla no se movía. Un nuevo ruido se unió a la espantosa cacofonía de metal deformado y hardware fallido: voces.
Voces cercanas. Palabras confusas con significado intermitente. Un pensamiento pasó por su cabeza hasta que se convirtió en su único foco de atención: enemigo.
Enemigo.
Enemigo.
Lay luchó con su hebilla, pero no importaba lo que hiciera, no funcionaba. No había botón, ni pestillo, ni solapa, sólo metal liso e inflexible. Un grito frustrado de angustia salió de su pecho, pero emergió como un lamento confuso.
Tenía que salir.
No podía morir aquí.
No ahora.
No así.
Voces, más cerca esta vez.
Indistintas.
Frenético.
El pulso de Lay se aceleró. Apretó los dientes y puso todo su cuerpo para luchar contra sus ataduras, pero fue inútil. Las sombras se movieron a través de la luz roja. Unas manos lo agarraron por los hombros. El cerebro de Lay se apagó. Agarró a través de la oscuridad, tomó la amenaza por el cuello y apretó.

#2ST LAYHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora