Al llegar a casa Peter, Ayna y Andrew se encontraron con Oliver y Janna viendo una película en el salón.
-¿Cómo ha ido la cena? -preguntó Liz, que justo en aquel momento salía del baño. Acababa de darse una ducha, llevaba el pelo enredado en una toalla.
-Muy bien -respondió Peter -aunque han tardado mucho en traernos la comida.
Liz sonrió al ver a Ayna y se dirigió a ella.
-Ayna, me ha dicho Nath que te dijese al llegar que subas a la terraza. No sé que ha preparado pero te está esperando arriba.
Ayna izo cara de sorpresa. No esperaba nada parecido. Sin pensárselo dos veces le dio las gracias a Liz por avisarla y subió corriendo la escalera. Cuando ya se encontraba en el segundo piso oyó la voz de Liz, hablando para sí misma.
-¡Ay que mi niña ya se está haciendo mayor! -decía -¡Algún día de estos abandonará el nido y querrá volar libre!
-Tú estás loca -dijo Peter. Ayna sonrió. Había cosas que jamás cambiarían.
-Lo sé -contestó Liz -y me encanta.
Al llegar a la terraza Ayna quedó totalmente paralizada. Nath había llenado el suelo y la barandilla de velas y había parado una mesa en el centro de la terraza. Aunque la luz era tenue, se veía perfectamente bien. Las velas desprendían un aroma delicioso.
Ayna no sabía que decir. Sus ojos no podían ver nada más que la belleza de aquella acción. Nath la observaba desde un lado de la terraza sonriendo. Sonriéndole a ella. Un año antes ni siquiera podría haberle pasado por la cabeza que algún día se encontraría en Los Ángeles, en un concurso y ni mucho menos con un chico que la quería tanto. Porque en aquel momento, Ayna se sentía querida.
-¿Te acuerdas de aquella noche? -dijo Nath -¿La que comimos en el tejado? Es para no perder la costumbre.
Ayna se sonrojó y consiguió dejar escapar una afirmación con la cabeza. Seguida de una sonrisa tan sincera que fácilmente podría haber dejado escapar una lagrima de alegría, de felicidad, de amor. Porque no todas las lagrimas son amargas.
Ayna sin ser capaz de controlar ni sus movimientos ni sus pensamientos. Corrió a los brazos de Nathan, quién la acogió y la besó. ¿Qué más podía desear Ayna que ser querida? ¿Qué más podía desear que querer?
Ambos se sentaron en la mesa y se rieron. Cuando no hay palabras que decir la gente o suele llorar o reír.
-Como ya has cenado, yo y Liz hemos preparado postre -dijo Nathan -helado de stracciatella.
Se comieron el helado en silencio. Estaba delicioso. Era una de las comidas que mas disfrutaba Ayna. En cualquier época del año y en cualquier situación el helado era bienvenido. Capaz de arreglarlo todo.
En acabar Nathan le dijo que se quedara sentada y despareció un momento por la puerta de la terraza para volver con su chelo.
-He estado practicando una pieza nueva. La original está acompañada a piano, si quieres cuando volvamos a Nueva York podemos intentar tocarla juntos.
Ayna asintió afirmativamente sin dudarlo y Nath se puso a tocar. Cerró los ojos. De aquella manera la melodía fluía dentro de ella. Para ella la música era la armonía del mundo. El sonido era tan frágil como un cristal pero tan poderoso como un terremoto. Capaz de entrar dentro de la misma consciencia de una persona y arrebatarle el control de sus emociones.
Ayna el mundo a través de la música, la música que le daba vida.
-¿Qué te ha parecido? -preguntó Nath al terminar.
Ayna intentó contestar pero no pudo. Claro, tonta, no puedes. Sin capacidad de controlarse se echó a llorar.
Nathan dejó el chelo y corrió hacia ella. Se agachó para quedar a la misma altura que ella y la abrazó.
-Tranquila -dijo -pase lo que pase puedes contármelo.
Ayna intentó secarse las lagrimas con las manos como pudo. Nath cogió el bloc de notas de Ayna que había caído de su bolsillo y se lo tendió junto con su lápiz.
-Escribe, escribe lo que sea... -dijo en voz baja -pero no llores, llorar no sirve de nada si no se llora de alegría.
Ayna cogió al bloc y intentó escribir algo mientras las manos le temblaban. Sentía que el lápiz luchaba por caerse de su mano y el bloc por moverse, impidiéndole escribir. Al final consiguió garabatear una frase.
-Es solo que me gustaría poderte decir lo que siento -Escribió -Escribir hace todo más frío.
Nathan sonrió y volvió a abrazarla.
-No pasa nada, no es necesario que me lo digas -dijo -lo importante es lo que uno siente y no lo que uno dice.
Ayna sonrió.
-Estoy harta de no poder hablar -dijo -Es triste.
-Lo entiendo, pero ¿Qué más podemos hacer? -contestó Nath -a demás, hay otras formas de hablar... y tú lo sabes muy bien.
Ayna lo miro sin comprender.
-Ayna tu cantas. Cantando dices más que la mayoría de la gente cuando habla. Tu tienes el control de las emociones de la gente. Tienes el poder de la música. Vives, sueñas y hablas a través de la música.
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A Través de la Música
Teen Fiction¿Como puede una persona sin voz llegar tan lejos en el mundo de la música? En este loco mundo en el que todo es posible aunque a simple vista nada lo parece. Ayna es una de esas personas que lo ven todo imposible hasta que se dan cuenta que pueden c...