Capítulo 6: Lección de ciencias

1.7K 114 16
                                    

Nathan abrió la puerta del Break&Music y los dos salieron a la calle. Aun era temprano y había luz. Las farolas aun tardarían en encenderse.

-Estas muy callado –Ayna llevaba su bloc de notas en la mano –normalmente no dejas de hablar y hablar…

-Aun me cuesta un poco asumir todo lo que me has contado –respondió –no es algo que te encuentres todos los días ¿sabes? –Ayna bajó la cabeza –solo digo… que es difícil de creer.

-Se que suena a locura –escribió Ayna –pero no me lo he inventado. Es la verdad.

-Y te creo. No debería, vamos, no es algo que pueda creerse –dijo Nath -pero en el fondo hay algo que me dice que no me estas contando un cuento chino. Y la voz… está claro que la has perdido.

Los dos caminaron calle abajo. No había mucha gente en las calles, solo unas pocas personas, seguramente que acababan de salir del trabajo.

-Oye, aun es temprano –dijo Nath –de verdad que voy muy mal en química… ¿Podrías ayudarme un poco?

-Si, claro –respondió Ayna –Yo vivo cerca de aquí. Si quieres vamos a mi casa.

-Fantástico –respondió Nath –muchas gracias. Siempre he sido muy malo para las ciencias y no me gustaría que me quedasen.

Ayna se rió y le señaló la calle que se desviaba hacia la derecha.

-¿Es por allí? –Ella asintió y los dos echaron a andar.

 -:-

El piso donde vivían Ayna Gray y su madre, un tercero,  no era muy lujoso pero bonito y acogedor en su interior. La puerta de entrada se abría al comedor, una sala bastante grande. En el extremo opuesto había un corredor que llevaba hasta las habitaciones y en un rincón de la sala de estar había una pequeña arcada que daba a la cocina.

-¿Ayna? –dijo una voz que venía de la cocina -¿ya estás en casa?

Ayna se dirigió hacia allí y entró en la cocina, donde su madre llenaba una olla de agua y la llevaba hasta los fogones. Ayna dio dos golpes a la pared para atraer la atención de su madre y esta se volvió. Era una mujer alta y esbelta, de cabellos castaños como los de su hija, aunque un poco más oscuros. Llevaba puesto un delantal con un dibujo de la torre de pisa, pero hecha con pizza y debajo de la torre habían puesto un “I love Italia”. Su madre había viajado mucho cuando era joven y el padre de Ayna aun vivía. Cuando ella era pequeña habían pasado una semana en La Toscana y a su madre le había hecho gracia aquel delantal.

-Mamá ¿estás cocinando? –le escribió  Ayna sorprendida en su bloc. Normalmente cocinaba ella, ya que su madre no podía por culpa de su ceguera.

-Si cariño –respondió su madre que fue a su encuentro y le dio un beso de bienvenida en la mejilla –he hecho tortilla de patatas y un bizcocho para el postre.

Ayna la miró preocupada.

-Recuerda que acordamos que no es bueno que estés en la cocina –escribió Ayna –podrías quemarte o lastimarte, aun no has recuperado la vista del todo.

-Pero cariño –contestó Madelaine, su madre –cada día veo mejor y de verdad que puedo cocinar si problema.

Ayna la abrazó y fue entonces cuando la madre de Ayna se percato de la presencia de Nathan, que esperaba en la entrada de la cocina y no había dicho nada aun.

-¿Has traído a un amigo? –dijo ella. Ayna asintió y fue a escribir en su bloc pero Nath se adelantó.

-Encantado de conocerla –dijo él tendiéndole la mano –soy Nath, su hija se ofreció a ayudarme con los deberes de química. Soy nuevo y necessito poder engancharme a la clase.

-Entonces bienvenido a nuestra casa –respondió la madre de Ayna –Yo soy Madelaine. ¿Llevas mucho tiempo viviendo en Nova York?

-La verdad es que no –respondió –nos mudamos la semana pasada.

-Uff… las mudanzas son un lastre ¿verdad? –Nathan se rio asintiendo.

-Si, si. Llegas a casa y te vas encontrando cajas y cajas sin desempaquetar en cada rincón…

La madre de Ayna se rió.

-Bueno, creo que deverías poneros con las ciencias, os dejo tranquilos –dijo la madre de Ayna.

-Estaremos en la sala de estar –escribió Ayna –si tienes algún problema llámame.

-Cariño, estaré bien –respondió –vamos, iros.

Ayna y Nath se instalaron en la mesa que había en la sala de estar. Ayna intentaba explicarle todo lo que habían trabajado en clase hasta el momento usando notas y apuntes, mientras Nathan intentaba absorber todo lo que le estaba enseñando.

A Nathan le costaba lo suyo entender todo aquello y de tanto en tanto hacía caras de completa confusión que hacían reír a Ayna. Para él, todo aquel conjunto de símbolos, letras, números y fórmulas se mezclaban en un torbellino dentro de su cabeza y hacían de la química una materia inexplicable e indescifrable.

Aunque parecía imposible, al cabo de prácticamente dos horas Ayna había conseguido, que Nathan entendiera los enlaces iónicos y covalentes. Había estado utilizando dibujitos y hasta bolitas de papel para simular los átomos para que lo comprendiera todo. En el momento en que Nath había conseguido explicar por el solo que eran lo enlaces y cómo funcionaban, Ayna se había puesto a saltar de la emoción. Había sido realmente exasperante y más se una vez se había tenido que callar de gritarle un “¿¡pero como no puedes entenderlo?! Esa era una de las ventajas de no poder hablar, no podía enfadarse con nadie a base de gritos, aunque su mirada de cansancio e irritación lo decían todo.

-¡Que tarde que se ha hecho! –dijo Nathan que al mirar por la ventana se encontró con que ya se había puesto el sol y las luces de la calle y los edificios estaban encendidas –en casa ya deben de estar preocupados, debería irme ya.

-Sobrará mucha tortilla de patatas, si quieres puedes quedarte a cenar –dijo la madre de Ayna desde la cocina. Ayna sonrió.

-Le has caído simpático –escribió Ayna en un papel. Nathan se rió al leerlo.

-No gracias, señora Gray –respondió Nath, mientras recogía sus cosas –me marcho ya.

-Otro día será –dijo Madelaine, que salió de la cocina con un platos y una tortilla de patata entre las manos que tenía aspecto de ser la más buena que nunca hubiera probado Nathan.

Ayna lo acompañó hasta la puerta de entrada de su casa y se despidieron.

-Hasta mañana –dijo Nathan a Ayna que se había quedado en la puerta. Ella asintió y lo despidió con la mano.

Cuando entró en casa y fue a despejar la mesa de todos los cuadernos y libros se percató de que Nathan se había dejado la chaqueta. La cogió y fue corriendo hacia la puerta, salió al pasillo y comenzó a bajar las escaleras de tres en tres hasta que se lo encontró, bajando el último tramo. Nath al verla con su chaqueta, se llevó la mano a la cabeza.

-¡La chaqueta! –Gritó –me la iba a olvidar otra vez. ¡Gracias Ayna! -Nathan la cogió y se la puso- Ahora si ¡hasta mañana en clase! –Nathan salió a la calle y se dirigió a la parada de metro.

Su móvil empezó a recibir mensajes en cuando lo abrió dentro ya del metro, su madre le había intentado llamar tres veces y su hermano le había enviado dos mensajes preguntándole donde estaba. Sabía que cuando llegara a casa iba a sufrir un escarmiento por parte de su madre, quién siempre se preocupaba por todo, por no haberla llamado y responder a todo un interrogatorio sobre lo que había estado haciendo aquella tarde, ya se imaginaba a su hermano riéndose de él “¡así que una chica eh…!” así que decidió que lo mejor que podía hacer era disfrutar del largo viaje en metro que lo separaba de su destino y relajarse.

espero que estéis disfrutando con la historia!! Hasta pronto! <3

A Través de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora