capítulo 3: Cuando fallan las palabras...

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En la media hora de recreo que tenían cada día, la gran mayoría de los alumnos optaban por salir fuera del edificio. Como el instituto solo contaba con un pequeño patio interior los alumnos tenían permitido salir a la calle. Delante de la puerta de entrada del instituto había un parque con bancos y árboles. Si pasabas por allí entre las once y las once y media de la mañana te encontrabas con diferentes grupos de adolescentes sentados en la hierba bajo la sombra de los árboles discutiendo y almorzando, algunos leyendo, jugando a cartas o como ocurría muchas veces, copiando o terminando los deberes a última hora.

Ayna solía salir al parque durante la hora del recreo. Iba con Peter y con Lizzy. Los dos eran grandes amigos suyos de la infancia. Peter era moreno y alto y tenía un año menos que ella. Se habían conocido gracias a su viejo profesor de música que los había juntado en el mismo grupo de clase y ahora tocaba con ella el bajo en el Break&Music. Lizzy era su vecina, podría decirse que se conocieron desde recién nacidas ya que las dos habían crecido y vivido la mayor parte de sus vidas juntas. Ella, al contrario de Peter y Ayna, lucía una corta melena rubia que le llegaba hasta los hombros y era la encargada de hacer reír al resto. Siempre buscaba el lado bueno de todas las cosas y los acababa haciendo reír.

Aquel lunes, a diferencia de los otros días Ayna se encontraba sola. Lizzy se había despedido de ella hacía una semana para irse a un viaje de intercambio a Barcelona y no volvería hasta el mes siguiente, Peter, por el contrario, se encontraba en la biblioteca. Había accedido a ayudar a una amiga de su clase a repasar las lecciones de álgebra. Por ese motivo aquel lunes Ayna se encontraba en la sala de ensayos.  Era una sala destinada a usos varios que se encontraba cerca del salón de actos. Allí se reunían el grupo de teatro y de arte por las tardes, había decorados y vestuario en uno de los rincones y al otro lado, cerca de la puerta un piano de cola.  También había allí un par de guitarras clásicas, un violín y un chelo. Ayna iba allí algunas veces, cuando estaba vacío, y aprovechaba para tocar el piano. Allí nadie la molestaba, se sentía en su ambiente, cerca de todo lo que más amaba y de lo único que en aquellos momentos tenía: la música. No tenía partituras a mano en aquel momento, nada con lo que guiarse, pero aun así una agradable melodía salía del piano de cola de la sala de ensayos. Solía recordar las canciones y piezas de memoria. Ayna le había cogido mucho cariño a ese piano de cola, era muy bueno, en su casa no tenía más que un simple piano eléctrico. Ella aun así tenía suficiente con cualquier instrumento que sonara bien al tocarlo.

-Eso suena precioso –dijo una voz desde la puerta. Ayna sobresaltada, equivocó una nota y se giró. La puerta estaba entreabierta y apoyado en la pared de la entrada estaba Nath, el chico nuevo, al que había visto en el Break&Music y ahora asistía su misma clase. Llevaba colgada la mochila del hombro. Ayna se levantó de repente y lo miró fijamente sin moverse.

-Lo siento –dijo Nath justificandose –he ido a recoger los libros de texto y he oído la música –Ayna no dijo nada -No sé si tienes un problema solamente conmigo o lo tienes con todo el mundo, pero si he hecho algo que pudiera molestarte me gustaría saberlo.

Ayna no abrió la boca y se quedo quieta donde estaba, congelada, mirando a Nath y sin saber que hacer a continuación. En sus ojos verdes brillaba un sentimiento de desesperación y preocupación. Ayna no sabía cómo debía actuar. Quizá lo mejor que podía hacer era contárselo todo, en aquellos momentos era lo que más necesitaba, alguien que pudiera comprender su situación y que le dijera que todo iba a salir bien. Quizá debería marcharse, como todas las otras veces, escapar de sus problemas, marcharse a su mundo, menos real, pero menos cruel.

-Al menos dime que es lo que te pasa. No sé que te ha sucedido pero sea lo que sea puedo ayudarte… O espero poder ayudarte –Aquello fue demasiado para Ayna y rompió a llorar. Como pudo, llegó hasta su mochila, al lado del piano. La abrió nerviosamente mientras intentaba limpiar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas con la mano que le quedaba libre. No podía creer que hubiera llorado, siempre había sido tan fuerte… Había tenido que soportar la pérdida de su padre, la ceguera de su madre y todo lo que eso comportaba y ahora que lo había superado todo, que parecía que todo volvía a la normalidad…

Ayna sacó de dentro de la mochila su bloc de notas, con un lápiz que encontró tirado en el interior de la mochila garabateó algo en el bloc de notas. Ya no lloraba, pero sus ojos rojos delataban las lágrimas caídas. Se acercó a Nathan, que se había acercado a ella en cuanto había echado a llorar. Ayna le tendió el bloc de notas y lo leyó.

-No puedo –decía el papel. Nathan miró el papel y luego a Ayna sin entender nada.

-No puedes ¿Qué? –preguntó –¿No puedes contarme nada? –Ayna volvió a escribir algo en el bloc

-Hablar, no puedo hablar –Decía.  Nathan se quedó atonito.

-Pero eso no es posible… -dijo –te oí cantar el otro día, en el Break&Music… -entonces recordó que cuando la había visto en la barra con el chico moreno había estado utilizando el bloc de notas como ahora hacía.

-Solo tengo voz cuando canto –escribió Ayna –cuando intento hablar las palabras se me quedan trabadas en el cuello.

-¿Pero como una persona puede cantar pero no hablar? –Contestó Nathan -¿Es una especie de mutismo selectivo? –Ayna negó con la cabeza. Con aquello no bastaba, no la creería si no le contaba toda la historia y aun así dudaba que no la tratara de loca. Ninguno de los dos habló. Ayna, dudosa, comenzó a escribir en el papel.

-Si te cuento la historia ¿Me creerás? –decía el papel que le tendió a Nath. Este la miró y asintió lentamente con la cabeza. Todo aquello le parecía algo difícil de creer pero veía en Ayna, una persona en la que podía confiar y sabía, por su expresión que aquella situación era seria y que lo que le contaría sería la verdad, aunque fuera totalmente increíble.

-Confiaré en ti –dijo Nathan –siempre y cuando tu confíes también en mí. Sea lo que sea lo que te pasa, conseguiremos solucionarlo –Ayna asintió. Aun no estaba segura del todo de contar aquello pero sabía que era lo mejor para ella. Garabateó con el lápiz sobre el papel.

-Mi voz es el precio que tengo que pagar por la vida de mi madre.

A Través de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora