Capítulo 12: LA

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La furgoneta del padre de Andrew paró ante una verja metálica que separaba la calle de un jardín particular. A lado y lado de esta se alzaba un muro bajo de piedra que rodeaba todo el jardín de aquella casa.

-¿Estáis seguros de que esta es la dirección? –Preguntó el padre de Andrew –¡esto es enorme!

-Si –respondió Peter –tiene que serlo, es el número doce, mirad en el muro –en la piedra había atornillado el número metálico.

-Bien –dijo el padre de Andrew mientras paraba el coche –bajad y llamad mientras yo voy sacando todo el equipaje.

Andrew, Peter y Ayna salieron del automóvil i se acercaron a la verja metálica. Encontraron un timbre al lado derecho de esta, lo pulsaron y esperaron a que alguien contestara.

Al cabo de poco rato se abrió la puerta de la casa que se encontraba a unos metros de la verja y Janna salió corriendo a abrirles con unas llaves en las manos.

-Lo siento –dijo –se ha estropeado el cierre electrónico y ahora solo podemos abrir con llave, vamos para dentro ¡Que frio que hace!

Nathan, Janna y Oliver habían decidido ir a pasar las fiestas de navidad a Los Ángeles con ellos a su antigua casa de veraneo. El estudio donde se rodaba el concurso quedaba a menos de un cuarto de hora en coche de allí así que habían sido realmente afortunados.

Cogieron todas las maletas y todos los trastos y entraron en la casa. La puerta de entrada daba al salón, un salón enorme y espacioso con grandes ventanales que daban al jardín. Todos quedaron alucinados al entrar, se veía espectacular.

-Hemos limpiado un poco antes de que llegaseis –dijo Janna –venga, coged las maletas y os enseño vuestra habitación. Están en el segundo piso.

Subieron las escaleras carreteando todo el peso de las maletas. El tramo de escaleras se les hizo eterno hasta que llegaron al segundo piso. Había un descansillo del que salían cuatro puertas diferentes.

-Andrew y Peter –dijo Janna –vosotros podéis dormir aquí –dijo señalando la puerta que se encontraba a su derecha –es la habitación de cuando Oliver y Nath eran pequeños, hay una litera.

Janna abrió la puerta para que pudieran ver la habitación y dejaran allí las maletas. Cuando volvieron a salir al descansillo les enseñó donde se encontraba el baño, una de las otras puertas.

-Aquí duerme Nath –dijo señalando una de las dos puertas restantes –y en esa Oliver y yo –dijo señalando la última.

-Y por último tu, Ayna, dormirás en el ático –dijo Oliver que acababa de aparecer por las escaleras que subían al último piso –teníamos allí una cama para invitados y hemos estado arreglándolo y limpiándolo para que puedas estar cómoda.

Oliver acabó de bajar las escaleras y se reunió con ellos

-Nath está acabando de ordenar sus trastos viejos –dijo –todo lo que no se usaba iba a parar a los armarios del desván. Venga sube, yo te llevo la maleta.

Ayna asintió y lo siguió hasta arriba de las escaleras. Allí había solamente un pequeño espacio entre las escaleras y la puerta del ático, un poco más de un metro. La puerta estaba abierta y entraron en la habitación. Nathan estaba intentando meter lo que parecía una caja de libros en un armario que ya estaba lleno prácticamente al doble de su capacidad.

Cuando cerró las puertas del armario empotrado lo cerró con llave para asegurar que nada era capaz de salir de allí nunca más, o con miedo a que todo su trabajo de la tarde se derrumbara por los suelos si una de las puertas del armario se abría.

-Nunca, y digo nunca, abráis la puerta de ese armario si no queréis que os explote en la cara –dijo Nathan acercándose a ellos –bueno –dijo dirigiéndose a Ayna -¿te gusta?

Ayna miró a su alrededor y se encontró con una preciosa habitación de techo bajo que nadie hubiera llamado desván. Habían arrastrado la cama hasta dejarla entre las dos ventanas de la estancia y habían hasta arreglado un pequeño escritorio. Estaba encantada con aquello.

-Es una suerte que no haga frío aquí arriba –Ayna pensó que tenían razón, los desvanes solían ser fríos –el tubo de la chimenea pasa justo por detrás de esa pared –dijo Oliver señalando la pared de su derecha –y al remodelar la casa se las arreglaron para hacer llegar la calefacción hasta aquí.

-De veras que es fantástico –escribió Ayna en su bloc –Me gusta mucho.

-Bien –dijo Oliver –entonces te dejamos instalarte. Nath y yo vamos abajo a preparar la cena que ya va haciéndose tarde.

Justo en el momento en que Nath y Oliver salieron por la puerta el móvil de Ayna comenzó a sonar. Rápidamente sacó el teléfono de su bolsillo y miró quien era que la llamaba, se trataba de Lizzie ¡Cuánto tiempo! Pensó ¡Pero si estaba de intercambio! Descolgó y pudo oír a Liz hablando histéricamente:

Ayna! ¿¿¿Se puede saber que estás haciendo en Los Ángeles??? Acabo de llegar a casa y he ido directamente a buscarte a tu casa para darte una sorpresa y ¿sabes lo que me encuentro? ¡A tu madre totalmente curada de la ceguera y que me dice que te has marchado a Los Ángeles para participar en un concurso televisivo de bandas de música con Peter y con Andrew, y un tal Nath, que se ve que está saliendo contigo y que yo ni tan solo conozco ¿Estás loca? ¿Me marcho y ya te pones a hacer de las tuyas? ¿Hasta donde hemos llegado, Ayna, hasta donde?...

Sin poder decir nada al respeto rechazó la llamada, Lizzie no sabía nada de lo que le había ocurrido, no había tenido la ocasión de hablar con ella desde que había marchado si es que no era a través de mensajería instantánea. Sabía que era de muy mala educación cortar la llamada pero ¿Qué más podía hacer? Rápidamente fue a enviarle un mensaje disculpándose.

-¡Liz! Siento no haber podido responderte. Tengo tanto que contarte… han pasado muchas cosas mientras estabas fuera, pensaba explicártelo todo cuando volvieras… Por cierto…¿ No ibas a volver después de Navidades?

Al  cabo de menos de un minuto recibió su respuesta

-La familia cogió una gripe y me hicieron volver antes, no me lo acabo de creer, yo creo que lo único que querían era deshacerse de mi… Bueno ¿y no me ibas a contar lo del concurso? ¿Y todo el resto? ¡Qué fuerte me parece!

-Bueno, voy a estar en Los Ángeles hasta que acabe el concurso, unas dos o tres semanas.

-¡Pero eso es mucho! Tu tranquila que yo mañana cojo el tren y te veo allí en LA en un periquete. Tu madre ya me ha dicho donde te alojas y todo eso así que no te preocupes por nada que ¡yo voy para allá!

Ayna se quedó perpleja ante aquello. Lizzie solía estar un poco ida pero acababa de autoinvitarse a Los Ángeles.  Intentó impedírselo pero ella ya hacía caso omiso de sus mensajes, típico de Liz.

Era su mejor amiga, pero estaba loca de remate.

A Través de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora