Capítulo 10: Una nueva estrella

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Ayna llamó al timbre. Estaba más nerviosa que nunca. Eran las ocho de la tarde. ¿Por qué habían quedado a las ocho no? SI, no podía ser que se equivocase. Miró el reloj. Eran en punto. En el rellano, al lado de la puerta, había un espejo, se miró de arriba abajo e intentó colocarse bien los cuatro pelos que le salían del recogido y que ni su madre había conseguido poner a sitio. Llevaba puesto el vestido verde de su madre, que le encantaba y unas sandalias planas.

Oyó unos pasos que se acercaban a la puerta de la familia Ross y Ayna fue hacía esta.

La puerta se abrió y apareció una mujer con un delantal

-Usted debe ser la señorita Ayna ¿Verdad? –preguntó la mujer. Ayna asintió sonriendo. La mujer le tendió la mano –encantada, yo soy la cocinera de los Ross. Pase –dijo abriéndole la puerta e invitándola a pasar con un gesto del brazo –voy a avisar a la familia de que ya ha llegado.

Ayna pasó al rellano. La familia Ross vivía en el ático de aquel enorme edificio, ella sabía que se trataba de una familia adinerada pero aun así se quedo maravillada de lo grande, espaciosa y bonita que era la casa de Nathan. Del rellano salía un pasillo corto que daba a la sala de estar y unas escaleras que subían hasta un segundo piso de la casa.

Al cabo de poto tiempo apareció Nath al final de las escaleras que bajó a recibirla. La llamó y bajó las escaleras de tres en tres hasta que estuvo junto a ella.

-Estás preciosa –dijo. Ayna se sonrojó. Él la abrazó y la hizo voltear en el aire. Los dos se rieron. Entonces la cogió de la mano y la llevó hasta la sala de estar donde ya se encontraba el resto de la familia Ross.

-Ayna, te estábamos esperando –dijo Verónica mientras colocaba unas flores en el jarrón que decoraba el centro de la mesa. Ayna saludó a todos. La sala de estar era aun más bolita que el recibidor en el que había estado. En el centro había una mesa, preparada para la cena y detrás de esta un piano de cola, una obra maestra como nunca había visto antes, aquel instrumento aparecía imponente delante de los ventanales del fondo de la habitación, que mostraban todo Nueva York desde arriba.

Ayna sin decir nada se acercó al piano maravillada.

-Mi padre tocaba el piano –dijo George Ross –nos lo dejó al fallecer y no quería que se quedara tomando polvo en nuestra antigua casa. Si quieres más tarde puedes tocarlo –Ayna se giró hacia el padre de Nath, sorprendida y eufórica a la vez, nunca había tocado un piano de cola - hace tiempo que no oímos algo decente salir de ese instrumento, dijo mirando a su hijo mayor, Oliver.

-Oli de vez en cuando se pone a intentar sacar alguna pieza –explicó Nathan.

-Aun que sin mucho éxito –añadió George y Oliver hizo cara de pocos amigos. Todos se rieron. Estuvieron hablando durante un rato de música hasta que la cocinera apareció por el pasillo con una gran bandeja.

-La cena ya está lista –proclamó –todos a la mesa ya o se les va a enfriar.

-Ahora mismo vamos María –dijo Verónica y se dirigió a Ayna –ya conoces a María. Es cocinera pero hace a la vez de ama de casa, nos limpia y ayuda con lo que necesitemos –Ayna asintió –es una mujer encantadora –sonrió Verónica.

Todos se sentaron alrededor de la mesa, Ayna se sentó en un lateral y a su lado se sentó Nathan. George presidía la mesa y al otro lado había una silla vacía.

-¿Vendrá Cay al final? –preguntó George.

-Me dijo que si podía se pasaría luego –respondió Verónica.

María, la cocinera, volvió a la mesa con un bol de ensalada en una mano y una bandeja de carpaccio para picar en la otra. Dejó las dos sobre la mesa.

A Través de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora