-Prem, quiero que Ohm se arrepienta -suplicó el castaño, con lágrimas en los ojos.
-Entonces te ayudaré. Deseará jamás haberte lastimado -respondió el más alto, antes de abrazarlo.
+18
-Contiene lenguaje sexual explícito
-Leer bajo su propia respon...
Sí, eso debía ser, porque no había otra manera de explicar lo que estaba viendo. La persona que se acercaba no era quien conocía; era alguien completamente diferente. Todo lo que había planeado decir se desvaneció de su mente.
Se quedó en silencio, con la mirada perdida, intentando comprender lo que tenía frente a él. La escena parecía sacada de un sueño, y solo podía preguntarse qué había ocurrido en estos días.
La última vez que lo vio, era como siempre: con ropa desactualizada y holgada, el cabello desordenado con frizz y un corte poco favorecedor. Pero ahora, la figura que descendía las escaleras era un contraste total. Vestía un traje color café claro, perfectamente ajustado a su figura, que realzaba su presencia de manera impresionante. Su cabello estaba meticulosamente peinado, sin un solo desliz, y su rostro estaba suavemente iluminado por un maquillaje que realzaba su elegancia sin parecer excesivo. Los labios, sutilmente realzados con un brillo rosado, completaban un look que parecía sacado de una pasarela.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Era como si estuviera viendo una versión alterna de Fluke. Sus facciones parecían más estilizadas y finas, como si el tiempo hubiera jugado un papel mágico en su transformación. ¿Qué demonios estaba pasando?
—¿Vas a quedarte ahí parado o vamos a irnos? —la voz de Fluke lo sacó de su trance.
—Yo... Sí...— fue todo lo que logró articular.
Sin más palabras, Fluke lo rodeó, abrió la puerta y salió de la casa, con Ohm siguiéndolo como un autómata. Subieron al Lamborghini, y Ohm se sentó al volante, incapaz de moverse. Sabía que debía arrancar el auto, que el tiempo apremiaba, pero sus músculos estaban paralizados. Sus ojos no podían apartarse de la figura a su lado.
Fluke se ajustó el cinturón de seguridad con visible impaciencia.
—¡Joder, Ohm! ¡Deja de mirarme y conduce! —le gritó.
El moreno apretó el volante, sintiendo cómo la vergüenza le subía a las mejillas. Se regañó a sí mismo por comportarse como un tonto.
Tomó una respiración profunda y, con la voz lo más firme que pudo, preguntó:
—¿Qué te pasó?
Fluke lo miró con un gesto indescifrable antes de responder.
—¿A qué te refieres? —preguntó.
—Sabes a qué me refiero.
—¡Dios, Thitiwat! Solo es un nuevo traje y un peinado diferente. ¿O esperabas ver al mismo chico que te provocaba náuseas? —su voz estaba cargada de odio y resentimiento.
Ese tono hizo que Ohm recuperara algo de compostura, recordando lo que debía hacer.
—Fluke, mi amor, tú jamás me has dado asco —intento suavizar su tono mientras extendía la mano para tocar la del castaño.
