Capítulo 2 (parte 7)

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Cecilia sacó un paño rojo del cajón de la mesita de noche. Era suave al tacto y no parecía que pudiera lastimarle la muñeca.

Cuando Ariel asintió, Cecilia ató las manos de Ariel una encima de la otra y las fijó al poste de la cama. Antes estaba desnuda y ahora está amarrada. Ariel estaba en las nubes. Se sentía muy bien.

Cecilia recorrió con la boca desde el esternón de Ariel hasta el ombligo. El cuerpo pequeño y macizo de Ariel estaba recostado sobre la sábana blanca y sus pechos cabían muy bien en sus manos. Su trasero gordito no tenía ni un solo rincón que no fuera lindo.

También era lindo cómo reaccionaba con la sensibilidad cada vez que la lengua de Cecilia la tocaba y como trataba de contener sus gemidos.

¿Qué pasaría si Ariel perdía los estribos y se entregaba al placer?

¿Y si hacía una mueca?… Cecilia miró a Ariel entre sus piernas y sonrió.

Cuando pasó la lengua por la carne roja, Ariel respondió de inmediato.

—¡Señorita…!

Ariel con los brazos atados llamó a la joven, pero Cecilia no tenía intención de detenerse.

Para evitar que Ariel cerrara las piernas, presionó la parte interna de su muslo con el antebrazo y sostenía su cadera con la otra mano. Enterró su cara entre las piernas de Ariel y comenzó con sus acciones.

Con la punta de la nariz tocó su clítoris. Cecilia frotó el clítoris de Ariel de lado a lado con el pulgar.

—Oh, dios mío…—Ariel levantó la cabeza y gimió incontrolablemente.

Su cuello lucía sexy. Cada vez que Ariel se retorcía, la tela que ataba sus muñecas se tensaba.

Mientras la lengua de Cecilia lamía produciendo un sonido lascivo, los dedos de los pies de Ariel agarraban las sábanas que estaban arrugadas, la señorita seguía hundiendo el rostro entre las piernas de su sirvienta. Su lengua era cálida y flexible.

Ariel no pudo soportarlo dejando escapar un gemido y tan pronto como salió de su boca, sus dedos se abrían y cerraban.

Cecilia puso su dedo en la boca abierta de Ariel. Sabía salado.

Sus pantorrillas temblaban por la fuerza que estaba aplicando.

Después de que estallara una momentánea tormenta caliente, Ariel respiraba entrecortadamente mientras pasaba por las secuelas que le enviaba su cuerpo.

Ariel se quedó dormida desnuda en los brazos de Cecilia.

Cuando el placer se apresuró, sintió miedo de no llegar al final, pero después de tener un orgasmo, fue extraño que los músculos de su cuerpo se hubieran relajado.

Cecilia prestó su brazo para que Ariel lo usara de almohada.

Sintió el calor de sus brazos.

«Ojalá pudiera dormir así para siempre» pensó Ariel.

Ariel sonrió tímidamente y abrazó el brazo de Cecilia.

Antes del amanecer, Ariel se soltó de los brazos de Cecilia con cuidado para no despertarla. Recogió su ropa que estaba esparcida debajo de la cama, se vistió y vio el rostro de Cecilia.

Debía estar muy cansada porque dormía profundamente. Después de todo, es hermosa cuando duerme.

—¿Cómo esa señorita lamió tanto entre mis piernas…?

Con unos hermosos ojos que se asemejaban a los de un depredador que no deja ir a su presa. Era la única que conocía su cara así y pensó que con eso le era suficiente.

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