❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝖃 ❧

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-Eda Yildiz.—ella se volvió en la dirección donde provenía su nombre.—Dichosos los ojos que te ven, bruja.

-Quisiera decir lo mismo después de tanto tiempo, Strigoi.—respondió con calma.—Pero ya tengo a alguien mejor en que fijar mi mirada.—Serkan frunció el ceño.—¿Cuándo comprenderás que dentro de cinco días será mi ceremonia de compromiso?

‐¿Y si eso no llega a suceder?

-Ocurrirá.—afirmó.—Es lo que más anhelo.—esbozó una pequeña sonrisa al notar como se estaba frustrando.—Acepta que te olvidé. Sólo serás un recuerdo de mi niñez. Nada más.

-Me niego.—apretó la mandíbula con rabia.—No aceptaré que borres una parte tan importante de tu vida. Yo fui, y seré lo mejor que te pasó. Ni un simple perro puedo llegarme a la suela del zapato que calzo.

-No te llegará.—lo miró fijamente demostrándole la intensidad de sus palabras.—Te superará.—caminó con tranquilidad por el bosque.—Ahora déjame en paz. Soy una mujer comprometida y es algo que debes respetar.

-No me hagas reír, Eda Yildiz. Sabes perfectamente que me gusta mantener mi compostura.—acomodó su túnica.—¿Crees que estás respetando a tu prometido?—Eda se detuvo.—Aún llevas la cadena que te hice.

-Gracias por recordarme que tenía que devolvertela.—la desabrochó y la deslizó lentamente por su cuello hasta sacarla.—Ya nada me une a ti, Serkan Bolat. Ni a ti, ni a mi pasado.—colocó su chal sobre sus hombros y lanzó la cadena sobre una roca.

Serkan sintió que todo lo que algún día habían sentido esos niños inocentes en el pasado, había desaparecido totalmente con aquella acción. Su corazón se apretó con angustia, pero su mente y su lógica lo obligaron a reaccionar frivolamente.

-¿Crees que eso me va a afectar?—señaló la cadena que yacía sobre la roca.

-No lo sé, porque ya no estoy segura de que tengas corazón. El que habla ahora mismo a través de ti es tu orgullo de hombre herido que logró lo que deseaba.

-Te equivocas.—respondió.—No hables antes de tiempo porque yo siempre obtengo lo que deseo, querida bruja.—sonrió ladeadamente.

-Serkan.—suspiró resignada ante su comportamiento.—El amor no se fuerza ni se obliga. El amor se construye. Tú me lastimaste físicamente sin importar que estuviera consciente o no, y a eso, no se le llama amor.—volvió a poner rumbo a su camino.

-Si no llegué a más, fue porque te respeté.—su voz no logró salir con fuerza. Estaba confundido.

Demasiado tarde.—le habló a través de sus pensamientos.—Fue un gusto compartir mi infancia contigo y saber que alguna vez fuiste feliz con la amistad sincera que te brindaba.

Eda desapareció entre los árboles sin ni siquiera dejar rastro de su olor característico. Con dolor en lo más profundo de su ser, tomó la cadena y la guardó en bolsillo dedicándole una última mirada por donde ella se había marchado. La estaba perdiendo. Se estaba escapando de sus manos.


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𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora