you're meant to be helping me
La polo blanca que su mamá le había regalado por navidad ya le quedaba algo ceñida en los hombros. Y eso que solo habían pasado unos pocos meses desde diciembre.
Louis se observaba al espejo preocupado. No entendía qué era todo ese crecimiento repentino, pero bueno, ya era hora. Hasta hace un tiempo era el más bajo de su clase y ahora ya había crecido un par de centímetros que lo posicionaban entre uno de los más bajos, "más no el más bajo de todos" decíase orgulloso.
Sus jeans le caían bien sueltos y ajustados con un cinturón de cuero en la cintura. Se había arreglado el pelo con un poco de gel para tratar los cabellos rebeldes, peinándose en un raro jopo para el costado. Según él lucía bien.
Se miró un rato más y decidió que definitivamente necesitaba que su madre lo llevara de compras pronto pero que por ahora seguiría usando su nueva polo, le daba lástima que ya perdiese uso después de tan poco tiempo. Seguro terminaban regalándosela a algún familiar o donándola a caridad, ya que Ernest era muy pequeño como para usarla y Harry ya casi lo doblaba en tamaño, desde hace tiempo que no podían prestarse la ropa.
Estaba por comenzar su primer año de preparatoria y estaba muy ansioso.
Bueno, quizá ansioso no era la palabra más acertada en este momento, estaba asustado, aterrorizado, estaba que se meaba del miedo. La noche anterior apenas había dormido unas horas. Todo era nuevo para él, el edificio, los profesores, las clases. Todo excepto la bola de bobos de sus compañeros de clase.
De todas maneras le caían bien, se reían de sus chistes y le pasaban las respuestas en los exámenes de química. Con eso le bastaba para entablar buena relación con ellos.
—¡Louis apúrate! ¡Harry ya esta aquí!—le gritó Johanna desde el piso de abajo, de seguro con el rodete a medio armar, taza de té en la mano y meciendo el cochecito de los pequeños. Después de haber tenido que criar a tantos hijos era una madre experta en eso del multitasking.
El ojiazul sabía que un grito de su mamá era suficiente como para tener que apurar la mano, así que rápidamente tomó su mochila, se dio un último vistazo en el espejo de cuerpo completo y corrió escaleras abajo hacia el comedor de la casa. Se encontró con lo que era una escena habitual en la casa de los Tomlinson: muchas tazas de colores y colecciones diferentes desparramadas encima de la mesa de la cocina, niñas con coletas rubias y uniformes de faldas plisadas, la tv encendida en algún canal infantil con caricaturas de colores chillones y su mamá cerrando la última de varias loncheras después de guardar un emparedado de jamón y queso junto a un jugo de manzana.
Y también estaba ahí Harry, por supuesto, sentado en un banco alto a un lado de la barra, hablando animadamente con Jay y las chicas más grandes. El de rizos siempre le llevaba unos minutos de ventaja a Louis, este último siendo un desastre con los horarios y tardando de más en cosas innecesarias, Harry siendo siempre puntual, todo lo contrario a su amigo. Esos cortos minutos eran sabiamente usados por el más alto, quien los ocupaba para charlar con la madre de Louis y ponerse al tanto con ella. La mujer lo conocía de muy pequeño y era tan amable y alegre como el resto de su grande y bella familia, era de esas personas que te hacen sentir mejor en un día gris. El tipo de gente que sientes que debes mantener cerca tuyo durante la vida.
—¡Hola familia!—saludó el ojiazul en general, tomando de encima de la mesa la bolsa de cartón que contenía su almuerzo y dejándoles un beso sobre sus cabellos a los gemelos—. Y adiós, ¡se nos hace tarde!
—Louis William Tomlinson Deakin, ven a darle un beso a tu madre antes de irte.
El chico se acercó a su mamá arrastrando los pies por sobre el piso de madera lustrada y le dio un beso en la mejilla, ella tomándolo de las mejillas le dejó un beso en la frente mientras susurraba un "suerte en el colegio, cariño". Las risas de las niñas se oían detrás, luego siendo acalladas por una mirada seria de parte de Johanna.
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fallingforyou
FanfictionLouis y Harry eran dos amigos inseparables, el vivir a pocas manzanas de distancia y tener dos madres muy sociables los habían hecho los mejores amigos que podrían pedir. Compartieron todo; desde sus primeros juguetes hasta los raspones en las rodil...