c o u l d n ' t b e m o r e i n l o v e |epílogo

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Para todas las personas que me apoyaron desde el comienzo y las que me acompañaron en esta vuelta, gracias por todo.

Maybe I'll rely on all the things that I did right. Because I'd give you all the years of my life

La casa de la abuela Poulston parecía ser un revuelo de primos y tíos, consecuencia de la seguidilla de familias numerosas que se sucedían de generación en generación y daban fruto a ese gran y bello conjunto de parientes con los mismos ojos azul cielo.

El cumpleaños del abuelo era una fecha de festejo importante, más aún con la pesadez que cada año terminaba por cargar sobre su cansada espalda. Por eso toda la familia decidía darle el valor que merecía a la ocasión, reuniéndose todos sus hijos, nietos y bisnietos en su lindo hogar a las afueras de Keighley. Era una linda casa de campo con cinco dormitorios y un enorme comedor, rodeada por praderas verdes y árboles frutales que los niños se encargaban de trepar cuando los mayores estaban muy distraídos bebiendo como para prestarles atención.

La señal telefónica era bastante precaria y el WiFi estaba algo inestable después de la sobrecarga de tener a tanta gente conectada a una misma fuente, pero Louis genuinamente disfrutaba el pasar tiempo con toda la familia. No era algo que ocurría tan seguido como se esperaba, por lo que el poder ver cuán grandes estaban sus primitos pequeños y juguetear con el perro chihuahua de su abuelita era algo que él añoraba mucho en sus días de invierno, esperando a que el calor primaveral comenzase a hacerse notar para que el 20 de marzo se acercara y pudiesen visitar a sus abuelos todos juntos, como siempre lo hacían.

Y las cosas jamás cambiaban demasiado, siempre estaba su tío haciendo bromas pesadas que casi no daban gracia, las tías con sus chismes y comentarios de "¡pero cuán grande estás!", Chispita el chihuahua ladrando hasta que sus pequeños pulmones le gritaban que se detuviera, el primo Tom escabullendo cerveza al lado de la mesa donde se sentaban los "niños"—donde Louis y los demás seguirían estando hasta tener los dieciocho cumplidos—, los gritos de todos queriendo hablar al mismo tiempo y la abuela sonriendo desde la punta, orgullosa de la familia que había formado.

Tampoco mucho había cambiado desde que toda la familia se enteró de su relación con Harry, porque al parecer tener dos pequeñas hermanas gemelas que lo normalizaban demasiado fue lo que logró que la olla finalmente se destapara en el almuerzo del sábado al mediodía, con todos sentados en la mesa, comida en sus platos y una mirada de sorpresa que hizo a Louis encogerse en su silla como si hubiese cometido la peor de las travesuras.

Sus abuelos no entendieron nada, jamás oían y él sospechaba un poco de que ellos fingían hacerse los desentendidos para no tener que discutir por cosas por las que no valía la pena pelear.

Él, sinceramente, no los culpaba.

Pudo ver rápidamente el destello de horror que serpenteó la cara de la tía Gloria una vez la oración salió de la boca de Phoebe y cómo su primo John suprimió una risa. No era torpe y le dolía un poco, pero no se sentía menos orgulloso de ser quien era por eso. Siempre iba a encontrarse con personas que no aceptasen esa parte de su persona, esa que aparentemente era mala y opacaba cualquier buena intención y trato que Louis tuviese. A él esas cosas ya no podían importarle menos, no cuando sabía que gracias al ser como era podía tener a Harry esperándolo en Doncaster para una maratón de besos y películas.

Había cosas que valían más que cualquier amargura, hacían que valiesen la pena.

Así que cuando su tío Bernard decidió ignorar ese traspié, notando la cara de vergüenza de su sobrino y cómo parecía querer que la tierra lo tragase, él abrió un nuevo tema de conversación para que los ojos dejasen de centrarse en Louis y el almuerzo pudiese continuar con naturalidad. El chico agradeció con creces ese humilde gesto.

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