masturbación

139 15 1
                                    


En estos momentos, NamJoon tenía tanta vergüenza que sentía que iba a explotar.

Habían pasado solamente unos días de haber tenido sexo con HoSeok, ya estaban en la residencia de la familia Jung y él seguía teniendo erecciones cada mañana al despertar por tener sueños explícitos que le recordaban lo que habían hecho.

Se sentía culpable y un completo pervertido, pero era realmente imposible de evitar cuando el protagonista de sus sueños húmedos despertaba a su lado cada día. Lo veía ahí, durmiendo junto a él, abrazándolo con fuerza y con una pierna sobre las suyas sin mover su rostro del sensible cuello del moreno, vistiendo un pijama enorme porque hacía mucho frío en esa época del año y un «tu ropa es mucho más calentita, amor» salía de esos hermosos y deliciosos labios.

No podía negarse, obviamente. Pero cuando despertaba, lo primero que veía era su precioso rostro levemente hinchado por dormir, sus largas pestañas descansando sobre sus mejillas y su cabello rojizo alborotado, peinado de forma graciosa en varias direcciones. Pero, sobre todo, lo que más le gustaba era lo grande que se le veía su pijama azul con caritas de Ryan estampadas en toda la tela. Su prenda favorita en su persona favorita. Simplemente perfecto.

El problema radicaba que, en sus sueños, HoSeok aparecía con su ropa, gimiendo en su oído y brincando en su regazo. Justo como la única vez que se habían unido de esa forma.

Estaba tan avergonzado que le dolía la consciencia y su pene endurecido bajo sus pantalones negros.

Suspiró, pensando en la posibilidad de despertar a HoSeok y que, si levantaba la cobija, este miraría y entendería la situación. Tal vez funcionaria... o tal vez no, porque el mayor estaba aferrado a él y murmuraba palabras inentendibles mientras leves y adorables ronquidos salían de sus labios. Se sentía un completo pervertido.

Intentó no hacerlo. De verdad que su cerebro le ordenaba a su mano moverse a cualquier lugar que no fuera su parte baja. Abrazó a HoSeok con ambos brazos, apretó la cobija sobre ellos, trató de peinar su cabello negro.

Pero falló. Y para cuando se dio cuenta, estaba metiendo su mano a los pantalones, agradeciendo internamente esa costumbre de no dormir con ropa interior.

El aroma de HoSeok lo estaba aturdiendo, su champú de fresas y el aroma del jabón de frutos rojos impregnado en su piel le hacían endurecer más. Por suerte para él, el llevar casi un año de relación le daba ciertos privilegios y comportamientos que ya eran normales para ambos, como esos toqueteos que solían darse jugando sin llegar a algo más intenso.

Acercó más a HoSeok, apretando el abrazo para que su cabello llegara justo a su nariz. Aspiró el aroma y apretó la erección que sostenía en su mano izquierda, comenzando un vaivén de arriba hacia abajo, deteniéndose un poco en la punta para apretar y esparcir el líquido que comenzaba a brotar. Entonces el mayor se movió, encogiendo su cuerpo un poco más y dejando su trasero a un desnivel bastante notable.

Intentó no hacerlo, pero sin pensarlo llevó su mano libre hasta aquellos glúteos firmes, abarcando por completo uno, apretándolo y masajeando sin dejar de mover su mano en su propio cuerpo. Recordaba lo bien que se había sentido en su interior. Lo caliente y apretado que era, los movimientos tan precisos de HoSeok sobre él y, sobre todo, recordaba a la perfección el hermoso rostro de su chico mientras lo hacía; sonrojado, sudoroso, jadeante. Tan hermoso como nadie que haya visto antes.

Gimió de nuevo, un poco más fuerte. Y no pudo calmar su respiración, haciendo subir y bajar su pecho tan rápido que temió por un momento despertar al mayor, pero no podía calmarse. No cuando a su alrededor solo existía el aroma a frutas y fresas, y cuando su mente solo reproducía mil y una imágenes de HoSeok. A su novio brincando sobre él unos días atrás. A su novio bailando cuando creía que nadie lo vería. A su novio tratando de tentarlo, buscando algo más íntimo que un beso.

El sonido viscoso, sus jadeos que luchaba por hacer callar y su agitada respiración era lo único que sonaba dentro de esas cuatro paredes. Estaba tan concentrado, tan interesado en buscar su liberación que, en algún momento, la presión que hacía sobre la nalga de HoSeok lo hizo despertar.

HoSeok se quedó callado y quieto, sin embargo, mirando atento como la mano de NamJoon subía y bajaba por debajo de las cobijas. Alcanzando a escuchar como su nombre salía entre los bajos gemidos del chico.

— Eres un pervertido, NamJoonie —dijo, e inmediatamente después, escuchó el gemido más erótico en su corta vida. Sintiendo como debajo de él el moreno se retorcía y apretaba más la mano sobre su cuerpo.

— Perdón —dijo NamJoon al terminar y sentirse más calmado. Lo soltó y se quedó quieto, esperando a que HoSeok dijera algo.

HoSeok rió, levantándose para sostenerse y poder mirar el rostro totalmente enrojecido de NamJoon. Se quedó mirándolo unos segundos, decidiéndose e inclinándose a besarlo, atrapando la camiseta y jalándolo hacia su cuerpo, obligándolo a que se levantara y poco a poco se acomodara sobre él, entre sus piernas.

— En ese mueble de ahí —señaló directo a la derecha de la cama—, hay una botellita verde. Tráelo y deja de soñar conmigo —dijo con total seguridad, subiendo sus piernas para enredarlas en la cintura y acercarlo por completo a él.

Después de aquel día, a NamJoon le quedó muy claro que siempre podría usar al original en caso de volver a tener un sueño húmedo.

NamSeok Smutty EditionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora