Parte 6

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Caminaron un par de horas, hasta que uno de los pequeños le llamo muy bajito por su nombre.

-Don

*-Que ocurre?

-Estamos muy cansados y tenemos hambre.

El resto de niños asintieron con la cabeza

*-Venga todos a la orilla.

Les vio salir del agua en compañía de la mujer.

*-Son increíbles.

-Saben que quieres ayudarlos y ponen lo mejor de su parte. Ellos saben, que esa gente que se los llevo son malas personas, han vivido con ello desde siempre.

Los niños abrieron sus mantas-bolsas y ellos les fueron indicando que abrir y como compartirlo. Recibieron con sonrisas las magdalenas y los botes de leche condensada, era un lujo dulce.

-No bebáis agua del rio, puede ponernos enfermos, si tenéis sed, decirlo. ¿Podemos andar otro rato?

Los niños asintieron y volvieron al rio en la misma formación y arrastrado los pies.

Él se quedó atrás, movió la arena para evitar traseros y pies y después la salpico de agua para borrar mejor el rastro.

Aunque descansaban cada dos horas a mitad de la tarde a los niños comenzó a notárseles el cansancio típico de su edad y ese no se quitaría con un descanso,

Avanzaron buscando un lugar en donde pasar la noche, y al ver un buen número de troncos mal apilados, decidieron hacerlo allí. Volvieron a abrir las mantas, cenaron salchichas frías y un trago de leche condensada nuevamente. Rieron cuando los convirtieron en momias al enroscarlos en las mantas y colocarlos cuidadosamente entre los troncos tumbados, de forma que el ojo humano no pudiera verlos y de paso intentado evitar también a las posibles fieras.

*-Ahora recordar que sois burritos y enchiladas y que al relleno no habla. Si alguien necesita algo me llama, estaré despierto para que no os piquen los mosquitos.

Los niños volvieron a reír, esta vez nerviosos por estar acampando en total oscuridad, pero después apenas les sentían respirar.

*-Intenta descansar.

- ¿Y tú?

*-Les prometí vigilar a los mosquitos. -Cuando volvió sus ojos hasta ella los sitio más- que verlos debido a la oscuridad.- Porque viniste aquí? Deberías de haber imaginado que te buscaría.

-Don, no es el momento.

*-Quizás nunca lo sea, pero he venido por una respuesta.

Durante dos días más, esa fue la rutina a seguir, hasta que llegaron a un puente ferroviario.

*-Bueno niños, nuevamente lo hemos hecho bien y hemos encontrado las vías. Iremos en esa dirección –señalo con la mano-, tenemos que caminar o por la vía metálica o por los travesaños de madera, no podemos andar por la arena o por las piedras, los malos pueden ver nuestras huellas si lo hacemos.

-No podemos coger el tren?

*-No preciosa, el tren se coge en las estaciones y ello estarán mirando allí.

Caminaban más rápido que por el agua, pero cada día avanzaban menos, puesto que los niños cada vez estaban más cansados, aunque ninguno protestaba.

-¡Don!

*-Que pasa muchachote?

-Mira

El niño señalaba una estructura de vagoneta en uno de los laterales de la vía. Se trataba de una vagoneta de mantenimiento que, aunque tenía las ruedas y la palanca estaba carbonizada, así que ni siquiera un adulto haciendo acrobacias conseguiría montar.

- ¿No puedes arreglarla?

*-No sé cómo, no tengo herramientas.

-Pero nosotros sabemos trenzar Don, podemos hacer una estructura de caña, no será muy cómoda, pero cabremos todos. Juan, acompaña a Don, y dile que caña tiene que cortar, el resto a trenzar cuerdas con hojas.

Era increíble como aquellas pequeñas manos, trenzaron y acoplaron los materiales naturales hasta hacer una pequeña plataforma cuadrada sobre la vagoneta, con la cual tuvieron que sudar para entre todos llevarla a la vía.

*-Todos arriba, pero si encontramos un tren, todos saltamos fuera y corremos lejos ¿Entendido?

Los primeros movimientos de la manivela fueron duros, ya que no tenía aceite, pero con la ayuda de Naya consiguió hacer la suficiente fricción como para hacer que la grasa seca de dentro del pistón se derritiera y choreara para hacer el movimiento, si no fluido más fácil.

*-Siéntate y descansa, tendremos que turnarnos, no pienso parar ni de noche a menos que algo nos obligue

Los niños comieron más alegres, era mucho más descansado viajar así. Naya se dio cuenta de que apenas quedaba comida para otro día. Se habían turnado varias veces, aunque Don no la dejaba hacer turnos muy largos, cuando Don diviso algo.

*-¿Qué es aquello?

-Parece la estación de Milu

*-¿Eso está cerca de casa?

-¡Si!

-Don?

*-Di me preciosa

-¿Podemos hablar ya?

*-Sí cariño, incluso gritar.

Y así lo hicieron, estallaron en gritos de alegría, que llamaron la atención de la pocas personas que estaban en las inmediaciones, Los cuales les ayudaron a llegar e instalarse en las salas de la precaria estación.

Desde el teléfono público, Naya llamo a la misión para que fueran a recogerlos, pero que fuera algo en secreto.

Dos horas después llegaba el autobús de ruta del pueblo, como si fuera un trayecto más, solo que con algún padre nervioso

Mi Querida NoviciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora