Parte 11

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Llevaba ya una semana trabajando en la empresa y no la había visto, así que le dijo a su secretaria que si venía a entregar algo, la hiciera pasar, aunque era consciente de que eso desataría aún más los rumores.

Todo el personal en sus oficinas sabía que Naya había conseguido el puesto a través del jefe supremo, pero parecían haberla aceptado bien y con sinceridad debido a su carácter cálido.

Hecho que no sabía si terminaba de gustarle, puesto que si hacia amistades, podría dejar de necesitarle, aunque era claro que ella jamás le había pedido nada.

-Hola ¿Pasa algo malo?

*Porque habría de pasar nada?

-Me has llamado a tu despacho.

*-Quería verte

-¡Oh!... ¿Por qué?

*-He estado adelgazando desde que no sales conmigo a cenar.

Ella sonrió dulcemente.

-Sinceramente he estado muy ocupada, estoy reorganizando mi vida.

*-He estado dos veces en el apartamento y no estabas.

-Vaya pues no lo sabía.

*-Bien ¿Y a qué esperas para decirme dónde estabas?

Al principio cuando la informo de sus visitas al apartamento, ella mantenía los ojos bajos y una actitud humilde, quizás porque así se comportaba casi siempre, pero ante el tono y la pregunta de Don, su rostro pareció incendiarse y la rebeldía llego a sus ojos.

-Que yo sepa, eres mi jefe, no mi amo y con mi tiempo libre, puedo hacer lo que quiera sin necesidad de tener que darte ninguna explicación.

Ahora si me disculpas tengo que seguir trabajando.

Se dio la vuelta y salió del despacho, con la espalda bien recta, como una gatita erizada.

Se maldijo por haber perdido la compostura. La había enfadado y lo cierto es que ella tenía toda la razón del mundo.

Solo había una cosa por hacer...pedir disculpas.

Al regresar de repartir todo el correo, se encontró, encima de la mesa de

trabajo, un pequeño ramo de flores tropicales y una tarjeta:

''Lo siento. Tienes razón.

Ni tu amo, ni tu padre.

Cena conmigo será

mí penitencia.

Un amigo''

Eso la hizo sonreír.

Estaba un poco enfurruñado puesto que no había tenido noticias de Naya.

Salió del ascensor directo a su vehículo, pero antes de llegar, advirtió una hermosa flor tropical enganchada con cuidado es su limpia parabrisas, iba acompañada con una nota:

''Ven a las ocho''

No necesitaba más, sabia de quien era, todo su cuerpo lo sabia y el no poder controlarse, lo fastidiaba.

A las ocho menos cinto, estaba apretando el timbre.

-Hola, pasa.

*-¿Aun así?

Estaba con unos pantalones vaqueros, que se le ajustaban a su pecaminoso trasero y una camiseta de camuflaje totalmente nueva, como maquillaje nada y como peinado una cola de caballo.

-Es que hoy cenaremos aquí.

*-¿Aquí?

-Si ¿Qué ocurre?¿No te fías de mis dotes culinarias?

Mi Querida NoviciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora