Capitulo 11:

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Voy a paso rápido hacia sus aposentos, no quiero entrar por la unión de nuestras habitaciones, no quiero estar en su habitación. Aunque eso no le impidió...

Basta.

Si camino aún más rápido parecerá que corro, no le gusta que lo hagan esperar, y según lo que me dijo Lali, ha estado esperándome desde temprano. No me dio tiempo de cambiarme el vestido de anoche, dormí con él.

Y aunque el corset nunca me molesta, ni maltrata, dormir con él no es buena idea.

Llego a la puerta de su habitación. Los guardias ubicados en la entrada me observan por unos segundos y luego me dejan pasar.

Henri está sentado en su comedor mientras se come un pedazo de carne recién cocinada, su ayudante y varias personas más están a su lado. No me voltea a ver, aunque note mi presencia. Me estrujo las manos detrás de mi espalda.

Me doy cuenta que es demasiado tarde, la hora del almuerzo esta encima. Me desperté tardísimo.

Sus aposentos son más grandes que los míos, una huella varonil se puede notar, no hay tapizado, solo paredes de madera, y varios retratos y pinturas, detrás de el un retrato de el mismo. Que narcisista.

—Evadiste el petite lever —Dice, ni siquiera le da la gana de mirarme, le parezco insignificante—. Tienes deberes Victoire, cúmplelos por lo menos y estaré satisfecho.

—Nunca estoy sola en este maldito lugar, ¿acaso tampoco puedo vestirme sin que un montón de mujeres me observen desnuda?

—Retírense —Les dice a los hombres en la sala. De pronto estamos solo los dos.

Alza la vista por fin. Cuando me muerdo la lengua ya es muy tarde.

—¿Qué hiciste anoche? —Es una pregunta con trampa, es tan predecible.

—Caí agotada, querido esposo, lo único que quería hacer era llegar a dormir.

Me mira, vuelve a comer otro pedazo de carne y después da un sorbo de vino.

—¿Me crees idiota?

—¿Disculpa?

Se levanta con agresividad de la mesa, da grandes zancadas hasta llegar a mí, me agarra la cara con brusquedad, la aprieta tanto que duele. Me lastima como siempre, me he acostumbrado, esto tan solo es una pequeña amenaza.

—¡Soy el maldito rey de Francia, Victoire! —Me grita en la cara, gotas de saliva caen en mi rostro. Qué asco. Suprimo el reflejo de limpiarlas—. ¡Se todo lo que pasa en este palacio!

No hablo, no debo decir nada, me muerdo la lengua con tanta fuerza que mis dientes comienzan a hacerle daño, sigo callada, implacable, si el me hace daño, no se lo demuestro. Por fin puedo controlar ese dolor.

—A mi llego un rumor —Habla bajo pero amenazante—. Anoche te vieron retirarte con un hombre. Te observaron Victoire, entraron juntos a tus aposentos.

Mierda.

Busco otro camino, aunque no he hecho nada malo el cree que sí. Es difícil decirle que está equivocado, se pondrá enojado, y al final terminare con hematomas por todo el cuerpo.

No dice el nombre del hombre. No lo sabe, y yo no se lo diré, no dejare que nada le pase a Leon. Hare lo que pueda para protegerlo del bastardo de Henri.

—Querido Henri —Esto lo aplaca, por alguna razón le gusta que lo llame así, me suelta y se separa un poco de mi— El caballero observo que no me encontraba muy bien y me ayudo a llegar a mis aposentos, luego de dejarme se retiró. Como dijiste querido, es solo un rumor.

La Reina De FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora