Capitulo 17:

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Todos estamos sumidos bajo un silencio frio, en la mesa nadie dice nada y no comprendo porque no comienza la cena, me muero de hambre. Leon entra en la sala y se sienta en el único asiento libre que queda, justo a mi lado. En la punta de la mesa también hay un asiento vacío, pero nadie dice nada al respecto.

Un guardia entra, y con voz neutra y alta anuncia:

—¡Su majestad Ivan VI, Emperador del imperio ruso!

Volteo la cabeza bruscamente y lo observo perpleja. Padre entra en la habitación mientras se sostiene de un bastón, tiene una larga barba canosa, y los ojos inyectados en sangre. Se deja caer en la silla, no dice nada. Los sirvientes entran para servir la cena.

Todos comienzan a hablar, dejando de lado el frio silencio y dándole bienvenida a una calurosa velada.

—Lo que dijiste no es verdad —Leon susurra, no me muevo, hago como si no me hubiese dicho nada—. Tú lo sabes bien y yo también lo sé, te conozco mejor que nadie.

Me sujeta la mano con firmeza bajo la mesa, cierro los ojos, contengo una exclamación. Extrañaba su tacto, su calor, no debería aceptarlo, pero por alguna razón no me puedo negar.

Sabes muy bien en el fondo que amas su toque.

Cuando vuelvo a abrir los ojos observo a Peter mirándome extrañado y confundido; aparto mi mano con rapidez, y toda intimidad que teníamos se pierde.

—Quiero felicitar a mi hijo y a la princesa de Austria por su compromiso y próxima unión —Padre exclama, de repente todos nos quedamos en silencio y volteamos a verlo. Su voz suena vieja y guardada, como si no hubiese pronunciado ni una palabra en años—. Que tengan herederos dignos de la corona.

Peter traga saliva, y noto como se aferra bajo la mesa a Elizabeth, sujetándole la mano también, esta trata de consolarlo. Están enamorados. Un matrimonio por amor.

Todos comenzamos a comer, retomando las conversaciones apagadas como si no hubieran sido interrumpidas. Irina y Teri están en la mesa al ser mi familia de sangre, pero se encuentran tan lejos que me siento desolada, al igual que Nastya, que no es de familia de sangre, pero parece que lo fuera; ella está sentada al lado de Irina, y se sonroja con cada chiste que le cuenta.

Cuando la cena por fin acaba, todos tienen el permiso de retirarse cuando les plazca, yo estoy a punto de retirarme a mis aposentos, esperando poder estrellarme contra la cama y dormir tres días seguidos. Escucho la voz de padre.

—Tu quédate hija —Dice, es tan diferente a esa voz fuerte y potente que es característica en el—. Quiero hablarte de unas cosas.

Me siento de nuevo en la silla. Cuando padre no se mueve, y tampoco me pide a mí que lo haga, entiendo que quiere el espacio que nos da nuestros lugares.

—¿Cómo va tu matrimonio? —Pregunta mirando hacia el suelo.

—Lo normal.

—¿Qué es lo normal?

—Hago lo que debo hacer, cumplo con mis deberes de esposa y ya.

—También eres una Reina.

—Oh, eso nunca se me olvida.

—¿Estas embarazada? —Enfoca la mirada en mi clavándome esos ojos grises que herede de su parte, me da escalofríos.

—No, creo que si lo estuviera ya te habrían informado.

—¿Qué esperas?

—Que mi esposo me deje embarazada —Digo como si nada, como si en realidad no me importara, como si en realidad no quisiera eso.

La Reina De FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora