La mansion Qiu

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El alba había pintado el cielo del segundo día en carreta jalada por caballos. Si no fuera por todas las mentiras y los trucos sucios que había usado Shen Jiu, el conductor definitivamente se habría aprovechado de su extraña somnolencia.

Aprovechar que ese pobre sujeto estaba a su merced lo ayudó a orientarse sobre el mundo exterior.

—¿Luo BingHe? —el hombre lució consternado. Sus manos callosas se aferraron aún más a las correas. —Sabía que JungShan tenía una extensa descendencia para poblar una ciudad entera, pero lo que no sabía es que quisiera a un pequeño don nadie con tanto cuidado...

Shen Jiu hizo un gesto de querer vomitar si volvía a repetir la última frase.

—¿Quién sería capaz de no reconocer ese nombre? Este país está bajo su mando desde hace años. Usó su maliciosa espada Xin Mo para unificar los dos reinos, no te imaginas los problemas que nos ha dado... aiyo, a veces este humilde se pregunta cómo hubiera sido si ese bastardo de Shen QingQiu lo hubiera asesinado...

El hombre lo miró de reojo por un momento. Sus ojos valientes inspeccionando su cara.

—Mis viejos ojos están viendo cosas.

Al sentir su mirada penetrante, el niño bufó con desagrado.

—Quita tus asquerosos ojos de mí o te los arrancaré. —dictaminó sin ceremonias.

—Aiyo, este joven maestro es tan arisco. Este humilde hombre extraña su trabajo como herrero de espadas...

El viejo hombre declaró que encontraría más de una secta en la ciudad, ya que los demonios, por lo general, solían masacrar y aterrorizar a los ciudadanos usualmente.

Paseando por la ciudad, Shen Jiu guardó las hojas de plata. Había ocultado este pequeño tesoro como arma hace años cuando aún era un esclavo, era sólo que lo había olvidado.

Miró su rostro en el pequeño espejo de bronce que había traído Luo BingHe en su bolsa. Sus ojos se habían agudizado como lo debían de hacer al pasar de los años y la ropa empezaba a apretarle.

Estaba creciendo demasiado rápido, como si su cuerpo no le perteneciera.

Por alguna razón, su cuerpo tenía escalofríos. Como si estuviera siendo acechado. Con ese mal presentimiento, usó sus afilados ojos de fénix para buscar entre la gente.

Era una ciudad próspera. Las calles estaban libres de vagabundos y las tiendas brillaban con el ámbar del atardecer. A una distancia relativamente corta, túnicas blancas se mezclaban entre la multitud que se agrupaba para verlos, luciendo espadas de alguna secta desconocida.

Shen Jiu le arrojó el dinero y saltó del carruaje.

Al salir casi disparado del carruaje, Shen Jiu casi es aplastado por un caballo. Sus pezuñas en el aire le dieron un terrible deyavu, pero fue suficiente conmoción como para llamar la atención de los cultivadores.

—¿Un medio demonio te secuestró? —preguntó una cultivadora poco asombrada, como si fuera muy común, pero lo extraño para ella fuera que aún siguiera con vida.

—Este asunto debe ser notificado al anciano de nuestra secta.

Parecían compadecerse del joven maestro rico, que definitivamente haría que fueran recompensados.

Lamentablemente fue así que Shen Jiu se dio cuenta de las condiciones de esta "secta"

Esta opacada secta no tenía más de 20 participantes y dos ancianos. No tenían un lugar en particular donde entrenar. En pocas palabras, vivían como cultivadores errantes, viajando en un grupo de 22 integrantes en total, sí, incluso los dos ancianos viajaban con ellos.

El pequeño villano escoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora