Shen Jiu y Luo BingHe.

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La nieve tragaba sus pies y la tormenta arremolinada era tan gruesa que no podían ver su entorno en su totalidad.

Luo BingHe había corrido en el instante en el que las flechas habían sido disparadas, pero eso no había servido de nada. El cuerpo de Shen Jiu había sido herido. Toda su zona izquierda había sido penetrada por las flechas impregnadas es un veneno especial.

El tipo de veneno demoníaco que no podría purificarse con su cuerpo nacido de la semilla.

Si no hubiera sido por Hong, quien llamó a MobeiJun para suplicarle que fuera a rescatar a su padre, ambos habrían sido molidos juntos en la tormenta de flechas envenenadas.

Luo BingHe había recibido heridas graves por intentar cubrir a Shen Jiu, pero Shen Jiu era prácticamente un puerco espin. Todo su lado izquierdo estaba dañado.
Estaba seguro de que debería cortar muchas zonas de piel podrida lo antes posible.

Con ayuda de los poderes de MoBeiJun, logró llegar al palacio del sur.

Para ese entonces, la conciencia de Shen Jiu había volado lejos.
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En un lugar donde el dolor físico parecía menguar y dar un descanso al cuerpo. En los sueños.

El césped que oscilaba en la montaña Cang Qiong daba inicio a un otoño cálido y brillante.
Shen Jiu sólo observaba. No había nada que hacer al respecto más que observar.

Ahí, cargando agua para sus shixiongs, Luo BingHe usaba todo de sí para moverse camino a las cocinas. Era tan joven y aún así se exigía demasiado.

Al pasar cerca de él, el niño se estremeció al descubrir que los ojos de su maestro estaban fríos y calculadores. Ese tipo de mirada que Shen Jiu le daba a lo que le disgustaba.

—Shizun. —saludó dejando que unas gotas de agua cayeran al césped.

Pero Shen Jiu no hizo nada. No tenía sentido responder a un sueño, a algo que no era real.

Había despreciado por años a este tipo de joven. Tan empeñado en agradarle. Tan afortunado por haber entrado a tiempo a una secta prominente.

Y sin embargo, sabía que no había justificación para lo que había hecho. Desde un inicio, jamás se tomó las molestias en decir lo contrario.

Simplemente hacia lo que quería. Pisoteaba a quien quería y arrasaba con cualquier cosa que le disgustaba.

Solo porque pasó años aguantando lo mismo. Era injustificable.

Y lo sabía, no había nada que hacer con respecto a esto.

Con sus dientes castañeando de indignación, siguió al pequeño chico por el pasaje onírico.

—¡A-Luo, A-Luo! —llamó la voz de Ning Ying Ying. —¿Por qué no vienes a jugar conmigo?

—Shixiong me pidió que trajera agua, después tengo que cortar leña y cultivar.

Shen Jiu no pudo evitar pensar que se estaba pavoneando ante su ShiJe. Pero resultó que, tal como dijo, sí planeaba cultivar.

Y tenía a alguien con quien contar, aunque sea poder hablar de lo que honestamente hacía todos los días.

También envidiaba eso de él.

Cuando él era joven, usualmente tenía que mentirle a HaiTang cuando preguntaba sobre lo que hacían él y Qiu YanLuo cuando ella no estaba en casa.

—¡Esto no es justo! —se quejó la jovencita —¡Le diré a mi Shizun lo que nuestros shixiongs están haciendo!

—¡No es necesario! —intervino —Los asuntos entre hermanos marciales deben quedar entre hermanos marciales, ShiJe. No es necesario molestar a Shizun con un asunto sin importancia.

El pequeño villano escoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora