Batalla en el palacio HuanHua

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A-Jiu, su Xiao Jiu había desaparecido. Ahora solo quedaba la figura inmortal del hombre que había vuelto su vida un infierno por años en la cumbre Qing Jing.

Ambos se miraban, pero ninguno veía realmente lo que pasaba por la mente del otro. ¿Cómo hacerlo?

Con Xiu Ya aún presionándose en su cuello, Luo BingHe cerró sus manos hasta volverla puños y sus nudillos se apretaron con tanta fuerza que se volvieron blancos.

Mantuvo su mirada fija en el hombre que empujaba la espada hacia su cuello. Los ojos del inmortal eran tan fríos que incluso el mismo Luo BingHe sintió un emocionante escalofrío recorrer por su espalda y un hormigueo incesante en su nuca.

No pudo evitar pensar que Shen Jiu tenía un don para intimidar.

Los pasos del inmortal avanzaron paulatinamente.

—Ya no soy tu maestro ¿Lo olvidaste? —se burló con desdén —Tú mismo te autoproclamas mi maestro.

Era igual que antes, y Luo BingHe no sabía si no le gustaba.

Finalmente, Shen Jiu abrió sus finos labios y preguntó

—¿Qué pretendías? ¿Qué esperabas conseguir exactamente con esto?

¿Qué era lo que él quería?

En un inicio, la idea de perder a su juguete favorito no le gustaría a nadie. Pensaba en torturar a su pequeño Shizun. Hacerle pagar cada dolor, cada golpe y cada humillación.

Después, creyó que tenerlo como entretenimiento y molestarlo era mucho más placentero. Podrían pasar el resto de sus días así. Fingiendo que su remordimiento no había sido afectado por él.

Pero si era honesto, en lo único que pensó fue en su desesperación al ver que su Shizun había muerto.

—Por lo que puedo observar, te divertiste con tu patética venganza por años. Incluso te tomaste la molestia de borrarme la memoria más de una vez —el maestro sonrió de lado. Con esa desagradable expresión de superioridad que solía ser repulsiva. —Qué bestia más atenta.

—Shizun es muy perspicaz. —se limitó a decir.

Pero Luo BingHe no mostró indicios de darle una respuesta honesta.

Los ojos negros de Shen Jiu volvieron a clavarse en la cara inexpresiva de quien fue su discípulo. Luego observó el Qi que rebosaba en su cuerpo.

Una clara intención asesina exudaba de su ser.

—¿Vas a matarme? Con tu cultivo dañado, dudo mucho que puedas hacer algo decente. —el hombre no pestañeaba. Como si no quisiera perder ningún detalle del sufrimiento en el rostro ajeno.

Aún si Shen Jiu moría de ganas por una batalla entre los dos, sabía que no satisfaría todo su odio.

—No perderé más mí tiempo contigo.

Fijó su mirada en la escalera y, sin decir nada más, avanzó.

Shen Qingqiu, su Shizun, su A-Jiu se marchaba.

Pero Luo BingHe no iba a permitírselo. Aún si eso significaba perder su equilibrio de energía espiritual, no permitiría que ese hombre cruzara las solitarias escaleras de madera.

El ondear de su túnica alertó mecánicamente los perspicaces oídos del inmortal. Dando un giro usando sus pasos ligeros, esquivó la mano del otro, haciéndolo trastabillar mientras él aterrizaba con elegancia al otro lado.

Shen Jiu no necesitaba palabras para entender lo que pasaba con su mente. Siendo Luo BingHe una persona obsesiva, difícilmente le permitiría marcharse sin darle batalla antes.

El pequeño villano escoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora