[3.5] Talking to his memory [Fred Weasley]

Capítulo 7: ¡Mira Molly, este ya ha visto a Dios!

A Philip no le gusta la alarma digital del despertador de Atria. Tampoco le gusta la tostadora —algo de que las tostadas saben mejor cuando las haces en la sartén—, el microondas y la comida precocinada. A veces parece que le han sacado de los noventa, sí, pero del siglo pasado. ¿A qué clase de persona no le gusta un microondas con lo cómodo que es?

Pero quitando su odio al microondas, solo le queda que no le gusta el quidditch. Algo de que volar en escoba es físicamente imposible o algo así. Atria le recuerda que le ha revivido, así que tampoco debería pensar mucho en que volar en escoba es imposible.

También dice que la magia es imposible, pero aun así no deja de leer los libros de Atria para ver si encuentra la forma de volver a la tumba. También se quejado de no tener televisión —Atria acabó volviendo a Wetvalley a por la que tenían allí para no escucharle— y odia cada vez que Atria utiliza la red flu porque la magia le lleva hasta ella y vomita lo que sea que los fantasmas puedan vomitar.

Cada vez que vomita está el tema ese de que afecta también a Atria con lo mismo y, sinceramente, empieza a estar un poco harta de las náuseas y el vómito cada vez que va a La Madriguera. Siempre se asegura de que George no va a estar por allí, al igual que tampoco van a estar Harry, Ginny, Ron o Hermione. No los ha vuelto a ver desde la graduación de los cuatro, donde Ginny se aseguró de decirle que no era bienvenida en su vida de una forma realmente original, tirándola al lago. Al principio a Philip le hizo gracia, pero cuando se quedó como mojado se le pasó la risa y ahí fue cuando Atria se metió con él para acabar discutiendo.

La cuestión no tiene nada que ver con la graduación, es que está empezando a preocupar a Molly porque no deja de vomitar cada vez que va y quiere llevarla a San Mungo. Y la verdad es que no piensa volver a pisar ese hospital a no ser que su vida esté colgando de un hilo y la única forma de salvarse esté justo allí.

—Te puedes sacar el carnet de conducir —le sugiere Philip una tarde de julio en La Madriguera.

Está desgnomizando el jardín, aprovechando para agradecer a Molly por su hospitalidad y su preocupación por los dedos negros de la chica. No tiene nada que ver que necesite la saliva de un gnomo para intentar ver si consigue desligar su vida de Philip, no, lo hace claramente por ayudar a Molly y también por despistar el tema de sus dedos. Porque decir que ha creado una tinta que no se borra no parece convencer del todo a la mujer.

—Llevas dos meses viendo conmigo, no sé si te has dado cuenta, pero no soy la persona más fiable a la que le puedas dar un coche —le responde y el chico asiente.

—No te falta razón, pero es eso o que sigas vomitando cada vez que llegas a algún lado con la chimenea, ¿no puedes usar la escoba?

—Si uso la escoba me puedo cargar el Estatuto del Secreto y ahora mismo me viene bastante mal tener que estar de juicios, la verdad, creo que he roto más de alguna ley.

—Ni que estuviéramos más cerca de encontrar a tu novio —contesta y Atria le tira uno de los gnomos, a pesar de saber que le va a atravesar—. Ja, no me puedes dar.

—Te puedo dar cuando llegamos a casa porque me tienes hasta los cojones.

—He escondido las piedras.

—Pues vamos al cementerio.

—Sí, me viene bien, quiero coger más arena.

—Y una puta mierda, que la metes en la cama y luego John se la come. ¿Sabes a quién le toca limpiarlo luego cuando vomita? A mi —le dice y al chico parece hacerle gracia—. Dependes de mi para volver a la tumba.

—Creo que tienes tú más ganas de librarte de mi que yo de ti —dice y Atria se cruza de brazos.

—Eso es hasta que encuentre a Fred, entonces te vas a querer largar tú, tenemos mucho tiempo que recuperar —le suelta y parece que eso no le gusta mucho al fantasma, que pone cara de asco.