La brisa del viento se sentía helada con una pequeña sensación de ¿lluvia?, tal vez era eso.
Era la temporada favorita de Anastasia, cerrar los ojos y sentirse libre, recordando su juventud. Anastasia no se arrepentía de nada, tenía una muy hermosa familia; sus dos hijos, que ahora solo la visitaban de vez en cuando, y su amado esposo, el cual por alguna extraña razón siempre estaba ocupado, ¿Qué tan ocupado debería ser un hombre a su edad?
Realmente solo le quedaba sentarse en el jardín y ver lo que pasaba, ¿una vejez aburrida?, no, ella no lo quería ver así, aunque por dentro pensara de distinta manera. El jardín representaba una pequeña fascinación que cualquier noble envidiaría, de ese modo consolaba sus sentimientos de soledad y tristeza, un argumento un tanto ridículo, pero ella vivía convenciéndose de lo contrario.
Se dice que cuando uno envejece va olvidando pequeños detalles de su vida, pero Anastasia siempre que estaba en aquel majestuoso jardín, recordaba esa escena.
— ¡Anastasia! ¡Mira las flores que hay aquí! ¡Son realmente hermosas! —gritó Theodosia mientras daba pequeños saltos por toda la pradera.
— ¡Theodosia!, sabes que no debes hacer ese tipo de movimientos, es malo para tu salud —respondió Anastasia dando un suspiro y yendo directo a ella —, la duquesa de Vita apenas te dejo salir, no hagas cosas innecesarias —dijo al llegar a donde se encontraba Theodosia.
Ella, por su parte, la interrumpió poniéndole una pequeña flor en el cabello y sonriéndole gentilmente —Sabes que estoy bien, madre se preocupa demasiado, no es como si fuera a morir.
Pero si te marchaste...
Esa escena había estado incontables veces en su mente, aunque no se arrepintiera, ella añoraba su juventud, aquello que más le pesaba era haber perdido a su amiga tan pronto.
Theodosia de Vita, primera hija del duque y la duquesa de Vita, se conocieron desde pequeñas junto a Aarón, el esposo de Anastasia, se podría decir que los tres eran completamente unidos. Siempre salían juntos, tenían sueños en común, se imaginaban siendo adultos, crearon una realidad donde los tres estarían felices, pero Theodosia era una niña frágil, aun al crecer y con tantas esperanzas su salud no mejoro y lenta y dolorosamente su luz se fue apagando, dejando de ser feliz al lado de sus dos mejores amigos. Para Anastasia fue un gran golpe, perdió a la persona que consideraba su propia hermana, aquella a la cual cuido gran parte de su vida, simplemente, de un día a otro se desvaneció como si todo lo vivido fuera un simple sueño, un sueño que hubiera deseado ser eterno.
—Cariño, he llegado más tarde de lo previsto, lo lamento, sé que estoy algo ausente, pero tengo que instruir bien a aquellos que tomaran mi lugar cuando deje mi puesto —dijo Aarón al llegar al jardín, desvaneciendo poco a poco los pensamientos de Anastasia.
—No te preocupes cariño, yo lo entiendo —respondió mientras miraba aquellas flores que le habían hecho revivir tantos recuerdos.
Para Anastasia él lo era todo, durante toda su vida soñó con estar al lado Aarón, era su amor platónico, pero la realidad fue un tanto dura. Aarón dejó de mostrar esa parte alegre y hasta amorosa que tanto le gustaba a Anastasia tras la muerte de Theodosia, incluso al nacer sus hijos, ella simplemente no volvió a ver esa sonrisa dulce combinada con pequeños brillos provenientes de sus ojos, la mirada de su amor platónico...
—Esposa realmente eres bendecida con una gran paciencia —dijo Aarón posándose en los hombros de Anastasia.
Ella giró su rostro hacia él y tomo su mano mostrándole una pequeña sonrisa.
—Realmente eres bendecida... —susurro Aarón dando un suspiro y alejándose rápidamente— Iré al estudio a terminar mis pendientes, te veré en la cena.
Anastasia solo lo miro partir, con su mano en el hombro, donde hace solo unos segundos él la había sujetado, una pequeña lágrima corrió por sus mejillas, aquellas mejillas que mostraban un claro envejecimiento.
En la mente de Anastasia solo se hizo presente una pregunta.
¿Realmente no te arrepientes?
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Bajo tu Sombra
FantasyAnastasia se limitó a verlo partir, con su mano en el hombro, donde hace solo unos segundos él la había sujetado, una pequeña lágrima corrió por sus mejillas, aquellas mejillas que mostraban un claro envejecimiento. En la mente de Anastasia solo se...