Anastasia se encontraba en medio de aquel gran salón en los brazos de su ahora esposo, Aarón.
La felicidad que vivía mientras bailaba por todo el lugar tenía pequeños reflejos de crueldad, estos se hacían presentes cuando ella lo miraba directo a los ojos y él respondía negándose al contacto visual con cierta incomodidad en el rostro, tal vez allí empezó a ser más consciente de su rechazo.
Todas aquellas escenas volvían a inundar su mente, era su pasado que la encadenaba... Los recuerdos eran incontables y cada momento a solas volvían para atormentarla. Allí estaba ella recostada en el sofá, los días habían pasado, pero prefería estar encerrada en su habitación, era más que obvio que todavía sentía miedo a enfrentar su nueva realidad.
—Anastasia, ¿puedo pasar? —pregunto el Duque al otro lado de la puerta con un tono deprimente, realmente no entendía que era lo que ella tenía, no sabía si estaba molesta por su decisión de traerla al territorio o si había pasado algo de lo que no estuviera enterado que la estaba haciendo sentir mal.
El Duque de Winter es considerado uno de los nobles más influyentes del imperio, teniendo como obligación encargarse del territorio norte, donde ya había logrado grandes hazañas, todo eso sin contar qué hace poco menos de dos años había regresado de la guerra que se vivió por la sucesión al trono. No era un mal padre, de hecho, había accedido a dejar que su única hija viviera en la capital junto a su mejor amiga Theodosia, la cual tenía un diagnóstico médico poco favorable. Pese a la distancia se encargaba de cada semana tener toda información sobre su "princesa", en ciertos momentos parecía ser que la consentía bastante, pero para él esa era su forma de mostrar su amor incondicional.
—Puedes pasar padre —respondió Anastasia mientras se acomodaba un poco. Las visitas de su madre y su padre eran lo único reconfortante, hacían que todo lo que estaba pasando por su mente se olvidara, pero bien dicen que los ojos son el más vivido reflejo de nuestros sentimientos, era difícil ocultar la profunda tristeza que se albergaba en su corazón.
—Sabes que si hay algo que te esté molestando puedes decírmelo —dijo el Duque mientras daba un suspiro y se sentaba en la cama al lado de su hija —Tienes visitas, hay dos personas muy especiales esperando a verte.
«Dos personas... No», pensó Anastasia.
—La princesa del Ducado de Vita y el joven de Conrad están aquí hija —confeso el Duque mostrando una sonrisa con la gran esperanza de que su pequeña mostrara algo de felicidad.
Las cosas eran más complicadas que eso, Anastasia solo pudo sentir un dolor en el pecho. Las palabras no salían y su cuerpo llego a sentirse pesado y sin energías al escuchar aquello. No estaba lista para encontrarse con ellos, Theodosia había partido hacía varios años y ahora se reencontrarían como si solo hubiera pasado unas semanas y Aarón... Su corazón se estrujaba solamente con escuchar su nombre, había decidido dejar todo sentimiento antes de morir, incluso el rencor, pero ahora no podía presentarse ante él sin llegar a recordar todo lo que había vivido.
Anastasia se estrujó entre las sabanas y con toda la fuerza que le quedaba respondió —Padre, realmente no quiero tener visitas, no por ahora.
El Duque trató de no dejar de sonreír, pero aun así miro con cierta tristeza a su hija, pensó en lo frágil que se había convertido y se culpó por haberla dejado sola, «tal vez no fue una buena decisión dejarla ir», pensó. No quería empezar a culpar a los demás, así que empezó juzgando sus propias acciones, ¿podría llamarse padre después de no poder consolar a su hija?.
El Duque salió de la habitación en silencio dirigiéndose al salón principal donde se encontraban los invitados, dio un suspiro lleno de decepción y luego entro a la habitación solo para dar la noticia.
—Lo lamento, pero hoy no será posible que vean a mi hija y dudo que puedan hacerlo por ahora —señalo el Duque mientras se sentaba enfrente de aquellos jóvenes.
Theodosia y Aarón habían viajado desde la capital para visitar a Anastasia, desde que se conocieron era la primera vez que ella viajaba al Ducado sin enviar alguna carta y eso solo despertó la preocupación de su mejor amiga. Theodosia de Vita era la hija menor del Ducado de Vita, una de las cinco familias más importantes del imperio. Se había vuelto una hermana para Anastasia, pero no gozaba de buena salud, era débil, padecía de una enfermedad aún desconocida para la medicina, sonaba irónico que una joven dama de clase alta padeciera de algo tan grave, pero como siempre decía "Ni siquiera la riqueza nos vuelve inmunes a las dolencias".
—Es muy extraño que ella se haya negado, ¿habrá pasada algo que le hiciera sentirse indispuesta? —pregunto Theodosia.
—Realmente quisiera saberlo...-respondió el Duque levantándose de su asiento y dirigiéndose a la puerta —Pueden quedarse un par de días para ver si ella los recibe, aquí son bienvenidos —agrego mientras mandaba a llamar a una de las doncellas para que escoltara a los jóvenes a sus habitaciones.
—Muchas gracias, Gran Duque de Winter, espero poder apoyar a mi amiga —Theodosia se inclinó y siguió sin más a una de las criadas mientras el joven de Conrad terminaba de despedirse.
—Yo también espero poder ayudar en cualquier cosa a la princesa de Winter —dijo él dando una sonrisa tranquila y siguiendo a Theodosia.
El Duque los miro alejarse por el pasillo y de alguna u otra forma un pensamiento llego a su mente de manera fortuita, «Los dos llegaron solos», se sorprendió y bajo su mirada ante tal cosa, era un gran noble, no alguien que pudiese acusar a dos personas de algo que sería imposible.
A veces somos tan ciegos que no encontramos la verdad, aunque este enfrente de nosotros.
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Bajo tu Sombra
FantasyAnastasia se limitó a verlo partir, con su mano en el hombro, donde hace solo unos segundos él la había sujetado, una pequeña lágrima corrió por sus mejillas, aquellas mejillas que mostraban un claro envejecimiento. En la mente de Anastasia solo se...