XI

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El martes por la tarde Sara estaba en el trabajo, intentando editar un artículo sobre la colaboración de los geocientíficos y el Cuerpo de Paz. Tras apoyarse en el respaldo, miró por la ventana hacia la bahía. El artículo no había logrado captar su atención. Mucho menos ese día. Resopló y arrojó el artículo a la mesa, incapaz de seguir leyendo. Sin embargo, tampoco habría sido capaz de leerlo aunque fuera el artículo más interesante del planeta. Se frotó la cara con las manos e intentó relajarse un poco.

Los nervios la estaban matando mientras esperaba que Jimena le dijera algo y se preguntaba qué estaría haciendo y pensando Franco Reyes.

Al levantar la vista le sorprendió encontrarse con Jimena asomando la cabeza por la puerta.

—Hola. No esperaba verte hoy.

—Lo sé. Tenemos que hablar.

«¡Vaya por Dios!», pensó. Su intuición le dijo que no eran buenas noticias. Después de tomar una honda bocanada de aire que no la relajó en absoluto. Jimena tomó asiento frente a ella.

—Vale, antes de nada, necesito contarte una cosa. Anoche me tomé una copa con Oscar .


—¿En serio?


—Sí, en serio. —Jimena se enderezó—. No fue una cita personal. Bueno, podría haber sido personal. Me llamó, creo que para hablar de ti, pero surgió la chispa. No pasó nada, pero… te lo cuento porque soy tu abogada y quiero que sepas que tú eres mi prioridad. Le dije muy claramente que no volvería a quedar con él a menos que los resultados de los análisis fueran negativos. Y no lo haré.

No sabía cómo tomar esa noticia.


—Vaya, eres directa por lo que veo.

—Es la única manera de dejar las cosas claras. Me gusta Oscar, pero no es el primer hombre que me gusta a las primeras de cambio. Lo que pasa es que no quería que te enteraras de esto más tarde porque él te lo contara o porque saliera a relucir fuera de contexto.

—A mí también me gusta Oscar—replicó—. Lo poco que conozco de él. Me parece un buen hombre. Si me hubieras dicho que estuviste de copas con Franco ,creo que eso sí me habría molestado. Porque a mí no puede verme ni en pintura.


—No es eso. Está confundido. Son cosas muy distintas.

—A mí no me lo parece. —Observo a Jimena —Entonces ¿has venido para contarme esto? —le preguntó

—No. —Jimena sacó una carpeta de su maletín y tomó una bocanada de aire—. Tengo los resultados del análisis de ADN. Pero, antes de nada, quería hablar contigo. Llamé a Franco hace un rato. Hemos quedado esta tarde en mi despacho.

Tragó para librarse del nudo que tenía en la garganta. «Allá vamos», pensó.

—Vale, vamos a verlos. Jimena le entregó la carpeta, y esperó en silencio que leyera el documento.

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