XXVI

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La luz del frigorífico se derramaba sobre Franco en la oscuridad de la cocina

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La luz del frigorífico se derramaba sobre Franco en la oscuridad de la cocina. Había abierto la puerta y estaba contemplando el gigantesco interior. No tenía hambre y sabía que una cerveza no le aliviaría el nudo que se le había formado en la boca del estómago. Sin embargo, acostarse en la cama para recordar la presencia de Sara a su lado tampoco iba a ayudarlo a relajarse. Miró el teléfono. Debería llamarla. Pero no sabía si lo escucharía o si, por el contrario, le colgaría directamente. Mientras se frotaba el pecho, soltó el aire despacio y cerró los ojos. Le daría un día. Y después lo intentaría otra vez. Sara no iba a librarse de él tan fácilmente.

Su móvil sonó, sobresaltándolo. Tras cerrar la puerta del frigorífico con brusquedad, alargó el brazo hacia aquel aparato. Sintió un rayito de esperanza. Esperanza de que Sara hubiera recuperado el sentido común.

—¿Sara?

—Franco, soy Jimena.

—Ah, hola. —Lo embargó la desilusión.

—Franco, Oscar no contesta al teléfono. El pánico que transmitían sus palabras hizo que se le erizara el vello de la nuca.

—¿Cómo dices?

—Que no me coge el móvil. Me dijo que lo llevaría encima en todo momento. Sara tampoco contesta. La he llamado al fijo y al móvil.

Mierda. Ni siquiera se paró a pensar en lo que hacía. Fue corriendo al pasillo en busca de los zapatos.

—He contratado a un vigilante de seguridad para que controle el exterior de la casa. No me ha llamado. A lo mejor solo es la tormenta.

—Es posible —convino Jimena, si bien estaba tan poco convencida como lo estaba él—. Por fin tengo el informe del detective privado. Acabo de leerlo, porque se había caído mi servidor. Franco, Fernando Alexander tenía dos hijas. Una de ellas murió de cáncer hace cinco años. Paula Alexander Jurado.

Franco se detuvo con una mano en la puerta principal y las llaves del coche de alquiler en la otra.

—Por eso Daniel alias Demetrio estaba relacionado con los Jurado. Se casó con una de ellas y luego adoptó su apellido ¿No?.

—Sí. Fernando Alexander es, o era, presidente de JuradoPublishing. Su hija Paula se casó con Demetrio hace ocho años. Murió después de que la FDA prohibiera los ensayos clínicos con el Tabofren. Creo que ella participaba en dichos ensayos.

—Mierda. Por eso se cabreó tanto. —Y por eso él no había reconocido el nombre de «Daniel Alexander» en un principio, ni lo había relacionado con el hombre al que había conocido con el que había hablado en su despacho. Porque el hijo de puta usaba dos nombres a fin de mantenerse en la oscuridad mientras llevaba a cabo su ensayo clínico ilegal. Y su suegro, Fernando Jurado, se había asociado con él y con GraysonPharmaceuticals para lograr que la FDA aprobara el medicamento.

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