XII

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Franco comprobó la información que le había sonsacado a la secretaria de Sara y miró la casita de dos plantas que había junto a la playa, con sus tablones grises. No se parecía en nada a su casa que habían compartido en San Francisco. Sin embargo, la propiedad de Moss Beach no era barata. Se preguntó de dónde sacaba los medios para costear.

Se frotó el pecho con una mano y suspiró...

Quería verla, necesitaba verla. Tenía que decirle cosas una vez que lo sabían con seguridad. No podía quedarse de brazos cruzados a la espera de que ella diera el primer paso no podía seguir esperando más tiempo, ya había perdido lo suficiente en esos años.

Con las piernas más flojas de lo que le gustaría admitir, se acercó a la puerta para llamar. Al ver que nadie abría, aguzó el oído. Le llegaron voces desde la parte trasera de la casa. La rodeó intentando localizar su procedencia.

Los patios no estaban cercados. La hierba daba paso a la arena, que se fundía en el agua . Al llegar a la parte trasera de la casita de Sara, un niño que estaba arrodillado en la hierba, jugando con unos palitos que amontonaba, lo miró sorprendido se podría decir que era idéntico a él. El niño  incluso tenía el mismo corte de cara.

—Esto… hola — consiguió decir Franco cuando por fin le salió la voz.


—Eres un desconocido. — El niño se dio media vuelta y salió corriendo.


¡Mamá! ¡Un desconocido!


¿Mamá?

Franco salió de los árboles que bordeaban el lateral de la casa para echarle otro vistazo al niño. Este corrió hacia una mujer sentada en la arena. La mujer se volvió y se protegió los ojos con una mano para mirar al patio antes de ponerse en pie de un salto. Los dos hablaron un momento. Acto seguido, el niño se encogió de hombros y corrió de vuelta a la casa.

Aminoró el paso cuando se acercó a Franco, en esa ocasión con una sonrisa que le mostró el mismo hoyuelo que había visto incontables ocasiones en la cara de Gaby.


— Mamá ha dicho que puedo ver los dibujos. El niño entró en la casa.


A Franco se le desbocó el corazón mientras se quedaba de pie en el patio, con las gafas de sol en la mano, mientras intentaba comprender qué acababa de ver. Imposible que fuera real. Empezó a contar mentalmente mientras miraba a Sara, que seguía en la arena. Retazos de su vida en común pasaron por delante de sus ojos, recuerdos de un embarazo que acababa de empezar cuando ella emprendió aquel viaje.


—No esperaba verte hoy — dijo ella mientras se acercaba despacio.


—Sí, ya me he dado cuenta. —Desvió la vista hacia la casa, demasiado aturdido como para hacer algo más que mirarla fijamente—. El niño…

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