Capítulo 6| Un cuento de hadas

172 133 17
                                    

Lexie

Levanto la cabeza y dirijo mi mirada hacia el paisaje que poco a poco vamos dejando atrás.

No paro de imaginarme su expresión de decepción al oír que no le había elegido. Cierro los ojos y ahí está, Dylan haciendo pucheros. Sé que hay una gran diferencia entre hacer lo que quieres y hacer lo que debes. Pero por mucho que la razón me dijera que debía irme con él, mi corazón me pedía a gritos que tomara de la mano a Axel y saliera huyendo.

Llegamos a su casa en cuestión de minutos. Tal y como me había prometido, esta está totalmente desértica. Él contaba con la presencia de Sarah, su hermana, pero según me dijo nada más subir al coche, le han surgido otros planes. Estoy un poco ansiosa, es la primera vez que estamos a solas durante más de diez minutos. Me muero de ganas de conocerle. De conocerle de verdad. De saber sus sueños, inquietudes y temores. Pero no quiero que piense que voy demasiado rápido.

A fin de cuentas, él solo me está haciendo un favor. Quizás se haya ofrecido a acogerme por compromiso. O simplemente sienta pena por mí. En cualquier caso, no sé bien que va a salir de aquí. Qué espera de mí. Qué debería hacer.

—Es un poco tarde, pero podemos pedir algo para cenar. Tengo el número de una pizzería en la nevera. Es la mejor de la ciudad —balbucea Axel nervioso.

—Está bien, lo que quieras. No tengo un paladar demasiado exquisito — digo sonriendo.

Necesito que esta tensión que nos rodea desde la primera vez que nos vimos desaparezca. Por momentos es divertida, emocionante y hasta sofocante. Otras, solo me hace sentir incómoda, como ahora.

Al entrar en la sala de estar, no puedo evitar analizarla. Es igual de grande que mi casa entera y está tan bien decorada que parece sacada de una de esas revistas de moda del hogar. Aunque, a juzgar por su estatus, puede que hasta así sea. Me siento a un lado del gran sofá beige que ocupa una parte considerable del salón y Axel en el otro. Mientras él hace el pedido a domicilio, yo sigo repasando cada centímetro cuadrado. Puede que sea por la organización, pero junto al enorme piano de cola, este dichoso sillón es lo que más me impresiona.

Cuando parece que el magnético chico de ojos verdes y pelo oscuro por fin va a iniciar una conversación conmigo, mi magnífico y oportuno móvil suena para comunicarme que tengo un mensaje sin leer. ¡Hasta la tecnología va en contra nuestra! La verdad es que llevo un par de días sin mirar mucho el teléfono, la forma en la que mis padres me han dado la espalda me ha dolido mucho más de lo que estoy dispuesta a admitir. No pienso dirigirles la palabra hasta que se retracten. He estado años y años trabajando para llevar a cabo todo lo que siempre he deseado como para que a la primera de cambio se rindan. Ellos han tenido la parte más sencilla, dejarme ir. Yo tuve que luchar para conseguir la beca. Encontrar una residencia que se adaptara a nuestras condiciones económicas. Tuve que empezar de cero y atreverme a ser quién nunca me dejaron ser. ¿Y se supone que ahora tengo que dejar que se vaya todo por la borda solo porque no creen en mí?

Me daba pánico admitirlo delante de Derek y los chicos, pero cuando les dije que mi plan era trabajar y estudiar al mismo tiempo, se rieron en mi cara. Bueno, en mi oído, porque al fin de cuentas era una llamada. ¡Aunque eso da igual! La cuestión es que creen que no soy capaz de valerme por mí misma. Como si no lo llevara haciendo durante años. Nunca he tenido su apoyo monetario, no sé por qué pensé que esta vez sí lo tendría. Si fuera por mis padres me quedaría en Evershot toda la vida, trabajando en el pequeño negocio familiar y recreando cada milímetro de la aburrida vida que tuvieron ellos.

No obstante, el mensaje que interrumpió mi nuevo momento revelador con Axel no era de mi madre, sino de Addison. La conocí el primer día. Ambas estábamos algo perdidas y si no llega a ser por ella, probablemente habría acabado extraviada por alguno de los cientos de pasillos que hay en mi universidad. Ahora es lo más parecido a una mejor amiga que he tenido en bastante tiempo. Hablamos todas las noches y nos sentamos juntas en clase. Todavía no le he contado nada de mi situación de sin techo, sé que se habría preocupado mucho y tampoco podía haberme ayudado. Vive en una residencia de esas baratas para estudiantes super endeudados. Comparte habitación y baño y trabaja como camarera para pagarse los estudios. Cuando me lo contó, sentí una profunda admiración. Hasta recuerdo que me pregunté que habría hecho yo sin la prestación universitaria, qué irónica es la vida a veces.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora