Capítulo 3| Malas y buenas noticias

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Axel

Se me va a salir el corazón.

De entre los millones de personas que viven en Londres, justo ella ha tenido que venir a parar a la fiesta de cumpleaños de mi hermana. Por la expresión de sus ojos es evidente que ella tampoco se lo esperaba. No sé con quién habrá venido, pero me muero por volver a hablar con ella. Estoy prácticamente a su lado cuando su móvil comienza a sonar en su bolsillo. Me mira frustrada, como si la necesidad de volver a vernos fuera mutua y no únicamente mía. Durante unos segundos creo firmemente que lo va a dejar sonar. Por desgracia, estaba equivocado. Retrocede varios pasos hacia atrás, en busca de la mayor intimidad posible. Ahora el que está profundamente frustrado soy yo. Este juego de vernos a lo lejos no me parece para nada divertido.

No debería ser tan difícil. No puede serlo. Volver a coincidir por casualidad era lo más improbable. Algo casi imposible. Y resulta que lo verdaderamente complicado va a ser huir de las interrupciones.

— ¡Axel! —exclama alguien detrás de mí.

Si no la estuviera viendo ahora mismo con mis propios ojos, no me lo creería.

—Hannah. ¿Qué haces aquí? —no intento enmascarar mi desconcierto.

—Me ha invitado tu madre. A mí también me pareció raro, pero entiéndela. Estás muy distinto. Es normal que esté preocupada por ti.

—No es excusa ni razón. No tendrías que haber aceptado.

No pienso dedicarle un minuto más. Cuando descubrí que mi familia no era más que una farsa, pensé que al menos la tenía a ella. Pero Hannah siempre fue una enorme caja de sorpresas. Totalmente impredecible. Me destrozó el corazón. Hasta el último rincón.

Y ahora tiene el valor de presentarse, así como si no hubiera ocurrido nada.

—Espera, no te vayas. Sé que te debo unas disculpas. Hice muchas cosas mal. Pero ha pasado mucho tiempo, Axel. ¿No piensas perdonarme jamás?

—En mil eternidades, quizá —digo con un desdén tan grande que hasta a mí me asombra.

—Retener tanto rencor dentro no es sano, lo sabes muy bien. Me puedes echar la culpa. Puedes odiarme y prometerte que nunca volveremos a ser amigos. Eso no va a cambiar nada. Busca todos los villanos qué quieras. Píntate como el pobre héroe atormentado. En el fondo, sabes que nada de eso es real.

Ahora es ella la que se va. La sigo con la mirada hasta que la veo desaparecer entre la gente. Siempre ha sabido qué decir para derribar todas mis defensas. Descuadrar todos los esquemas que tanto me ha costado construir. Me escondo en lo más hondo de mi ser, alzo murallas y cierro de golpe todas las rendijas. Ninguna es lo suficientemente alta como para que Hannah no me encuentre.

***

—Vamos Axel, ¿Cuánto tiempo vas a pasarte ahí encerrado? —dice Nick al otro lado de la puerta.

Entiendo su frustración. Llevo encerrado en mi habitación todo el fin de semana. Desde que hablé con Hannah en la fiesta. No soy capaz de sacarme sus palabras de la cabeza. Están grabadas a fuego. Y lo peor es que sé que tiene razón.

Llevo días intentando volver a forjar esa fortaleza de hierro que durante todos estos meses he ido formando poco a poco. Pero es imposible. Me siento desnudo, indefenso ante el peligro que me aguarda fuera. Por eso he decidido no volver a pisar el mundo exterior hasta que esté preparado. Y no hay nada que pueda hacer que cambie de opinión.

O casi nada.

—Lárgate Nick. No tengo ganas de nada -le grito con apatía.

—Hannah me lo ha contado. He venido por eso. Suelo darte tu espacio, tío. No me meto en tus cosas, ni siquiera cuando sé que la estás cagando. Respeto que necesites un respiro. Y te lo doy.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora