Capítulo 20| Oportunidades

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Axel

Todos hemos oído alguna vez que es el amor el que mueve el mundo.

Y yo no estoy nada de acuerdo. Porque es el miedo. El miedo es el sentimiento más primario e instintivo de todos. El más básico. Ese que lleva con nosotros, acompañándonos o persiguiéndonos, desde el inicio de los tiempos. Casi todo en la vida procede de él, y es tan sumamente complicado saber si estamos siendo sus rehenes como atrevernos a hacerle frente.

Desde que mis ojos vieron por primera vez como Derek yacía sobre una camilla de hospital, no he dejado de tener miedo. He temido cada segundo del día que quizás fuese ese el último de su vida. Me ha aterrorizado la idea de perderle, de que se vaya tan efímera y prematuramente que ni siquiera pueda despedirme. Que su último aliento se de en cualquier momento y ninguno sepamos que lo es. En definitiva, no creo haber sentido jamás ninguna otra emoción con tanta intensidad.

Lo más frustrante es que no puedo hacer nada por él. Tengo que permanecer quieto, aguardando el momento en el que todo acabe. Bien, mal, regular... Pero que todo acabe. A parte de acompañarle en el camino y hacérselo algo más llevadero, soy totalmente inútil. Da igual cuanto rece – y eso que soy ateo – nadie parece oír mis plegarias. ¿Dónde está ese Dios que nos habían prometido? Supongo que no es más que otra promesa vacía. Papel mojado. Un cuento chino.

—Ya puedes pasar, Axel —me anuncia una enfermera que abandona la habitación — Tu tío quiere descansar. Igual deberías marcharte.

—Buen intento, Cristine. ¿Qué te ha prometido a cambio de que consigas deshacerte de mí? —bromeo divertido— Ya lo sabes, no pienso dejarle solo. Me quedo aquí hasta que llegue mi relevo.

Cristine pone los ojos en blanco, derrotada. Es una especie de juego que nos traemos, ella intenta que me vaya y yo se lo pongo lo más difícil que puedo. He pasado tanto tiempo aquí en las últimas semanas, que casi podría decir que somos amigos. Se porta verdaderamente bien con nosotros, por mucho que esté haciendo su trabajo se nota cuando a alguien le gusta lo que hace.

—¿Tienes un momento? Quería comentarte algo.

—¿Otra vez intentado ligar conmigo? Es cierto que soy mayor de edad, pero...

Su expresión de seriedad me impide continuar hablando. En realidad, Cris es una chica muy atractiva. Su piel oscura combina a la perfección con sus ojos negros como la noche, mientras que su pelo corto y ondulado cae de forma salvaje por encima de sus hombros. Sin embargo, lo que más me gusta es su sonrisa. Siempre está sonriendo. Siempre se muestra alegre y optimista, a pesar de que su trabajo consiste precisamente en cuidar a personas que no pueden permitirse mantener ninguna de esas actitudes. No le he preguntado su edad, no ha surgido en ninguna de nuestras conversaciones. Lo único que deduzco es que tendrá cerca de dos o tres años más.

—Esta vez no estoy bromeando, Axel. Es algo importante.

—Está bien, tienes mi atención. ¿De qué se trata?

—No debería decirte esto, si alguien se entera podría perder mi trabajo —se lamenta— Pero tengo en gran consideración a tu tío, y creo que deberías saberlo.

—Si lo que pretendes es intrigarme, me alegra informarte de que estás haciendo un gran trabajo.

—Tus padres pidieron explícitamente a todo el equipo médico que no te lo contáramos... Ya sabes que Derek necesita urgentemente un donante. Sin él, no podemos asegurar que su vida se alargue más de seis meses. De lo que no eres consciente es... De que puedes donar.

—¿Qué quieres decir?

—Tendrás que hacerte primero una prueba de compatibilidad, entre tío y sobrino no hay la misma certeza de que tu riñón se adecúe a su organismo como la habría si fuerais padre e hijo. No obstante, a lo que voy es a que nada te impide intentarlo.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora