Capítulo 14| Hospitales y batas blancas

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Lexie

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo.

El primer semestre se ha ido consumiendo poco a poco, los días han ido desvaneciéndose y ya no queda nada de los escasos resquicios del sol otoñal que aún coloreaban las apagadas mañanas londinenses. Ya no hay ni rastro de la chica que era cuando puse mi primer pie en esta ciudad. ¡Si apenas queda una semana y media para los exámenes finales! A veces, nos olvidamos de que la vida se esfuma en un pestañeo. Que por mucho que nos sintamos invencibles, en algún momento llega nuestro final.

Estas últimas semanas han resultado ser una mezcla perfecta entre intensidad y tranquilidad. Me paso todas las tardes en Amigos del disco para recuperar las vacaciones de navidad en las que no podré trabajar. No me he reconciliado aún con mis padres, así que no me hace ninguna gracia tener que pasar las festividades con ellos. Axel prometió guardar el secreto que su hermana y Addie comparten. Según me contó hace unas noches, están avanzando rápidamente en su relación. Supongo que el único problema es que sus padres no tienen ni idea de que a su hija le gustan las chicas. ¡Ojalá no asumieran nuestra orientación sexual como si existiera una norma y una excepción!

El pánico que sentí cuando pensé que quizás mi novio me había oído confesar que mantuve relaciones sexuales con Dylan fue atroz. Addison tuvo que sujetarme para que no me desmallara del susto. Al final, resultó que solo había escuchado la última frase. Llegó en el momento exacto para enterarse de la revelación de mi mejor amiga. ¡Gracias a los colmillos de Edward Cullen! Sin embargo, no todo son buenas noticias. No he aclarado las cosas con Axel, dejamos a medias nuestra conversación a cerca de Dylan y ninguno ha tenido suficientes agallas de retomarla. Supongo que estamos en algún tipo de tregua silenciosa, pero no estoy segura de que eso sea precisamente positivo para nuestra relación.

—Lexie, ¿Puedes ir al almacén? Nos hemos quedado sin papel de regalo.

Prácticamente no le miro, asiento despistada y cumplo la orden de mi jefe. La navidad se acerca sigilosa, lo que implica tanto un mayor número de ventas como un mayor número de horas trabajadas. Nunca pensé que disfrutaría tanto trabajando aquí. Es cierto que estar de cara al público tiene sus complicaciones, pero aun así me siento muy afortunada. Derek se porta verdaderamente bien conmigo, es comprensivo y paciente. Hasta creo que le voy a echar de menos. Aunque sé que no es mi padre, ni si quiera mi tío — ¡Ojalá tuviera esa suerte! —, me importa bastante más que muchos miembros de mi familia. Supongo que es verdad eso de que el roce hace el cariño.

Entro en el almacén absorta en mis pensamientos. Mi mente está pasando por un momento de infoxicación. Es decir, que no sé cómo voy a memorizar los cientos de temas que tengo que saberme para la próxima semana mientras el dilema Axel-Dylan ocupa espacio en mi dichoso cerebro.

Una figura que no consigo distinguir se cuela en la pequeña habitación. Como pensaba que no tardaría más de un minuto en salir de aquí no me molesté en encender la luz. La puerta se cierra tras el individuo misterioso y todo mi cuerpo se pone alerta. Siento como sus brazos se posan sobre las mías, su aliento me sopla en la parte inferior de los labios y es entonces cuando comprendo que está peligrosamente cerca de mí.

—¿Qué haces Dylan? —le reprocho enfadada— No sé si lo recuerdas, pero estoy saliendo con tu mejor amigo.

—Creme que no se me olvida, Lexie. Es lo único en lo que pienso a cada segundo del día —replica con intensidad— Me estoy volviendo loco. Loco de remate. Soy incapaz de conciliar el sueño porque el recuerdo de nuestra noche tiene colonizada mi mente...

Mis ojos, que ya se han acostumbrado a la penumbra del estrecho cuarto, consiguen enfocar su imagen. No tiene buen aspecto. Su pelo está más alborotado de lo costumbre. Su expresión es la de alguien a la que le acaban de dar una muy mala noticia. Incluso su olor me lleva a pensar que hace días que no pasa por la ducha. Y, aun así, está jodidamente sexy.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora