Capítulo 9| La proposición

158 125 12
                                    

Lexie

No recuerdo absolutamente nada de lo que pasó ayer.

Abro los ojos despacio. Todo me da vueltas y no consigo identificar dónde estoy. Esta cama, estas paredes, esta habitación No es la de Axel. Tampoco estoy en mi residencia ni en casa de Addison. En ese momento una figura que hasta ahora me había pasado desapercibida se gira hacia mí.

Es Dylan. Estoy entre sus sábanas. Una duda terrorífica me asalta de repente. Me destapo con cuidado y me miro las piernas. ¿Llevo bragas? Si no las llevo solo puede significar una cosa, y la idea no me hace ninguna gracia.

Cuando confirmo que mi ropa interior está dónde debe estar suspiro aliviada. No es que no me atraiga la idea de perder la virginidad con un chico guapo, sexy y atento, pero sé que estaría mal si estoy profundamente colgada de Axel. Sigo sin ser capaz de establecer una línea temporal clara sobre anoche. Sé que Dylan pasó a recogerme de madrugada y recuerdo que nos pusimos jugar a esa estupidez. Veo mi ropa esparcida por el suelo y su cuerpo muy pegado al mío.

¿Nos enrollamos? Me parece que sí. Aún puedo sentir su lengua en mi boca. Tengo claro la mayor parte de cosas que ocurrieron, menos la más importante.

Me incorporo nerviosa mientras me pregunto cómo puede dárseme tan bien fastidiarla. Busco mi móvil con desesperación porque necesito saber qué hora es. Tardo unos minutos en encontrarlo, estaba escondido entre mi ropa. Y eso no es lo peor, me he quedado sin batería. Me levanto cuidadosamente de la cama intentando no despertarle, no estoy preparada para mantener la conversación que sé que debemos tener. Recorro toda la habitación – que a la luz del día parece mucho más grande – y ni rastro de mi cargador. Voy a darme por vencida cuando vislumbro un cable blanco enredado junto al chico que continúa durmiendo plácidamente.

Paso una mano por encima de él en completo silencio, estoy hasta aguantando la respiración. Sin embargo, nunca he sido demasiado habilidosa, y como era de esperar, mi mano derecha choca con el pecho de Dylan cuando ya prácticamente lo había conseguido. Rezo mentalmente para que sea de esos que tienen el sueño profundo, pero, una vez más, la suerte no está de mi lado.

—¿Lexie? – dice arrastrando la letras de mi nombre con un tono ronco y áspero, muy parecido al que uso anoche mientras nos lo montábamos – ¿Pensabas irte sin hablar conmigo?

Un molesto sentimiento de culpabilidad me oprime el estómago, porque es justo lo que pensaba hacer.

—Si te soy sincera, sí. Esa era la idea. Aunque es evidente que no me ha salido demasiado bien – me cubro las manos con la cabeza y deseo, por enésima vez en a penas unos días, estar en cualquier otro lugar.

—Ignorar lo que pasó ayer no hará que desaparezca. No lo borrará. Si quieres, podemos fingir que no fue más que una ilusión. Pero, sinceramente, no creo que sea lo mejor para nadie – me está mirando seriamente y eso me pone incómoda.

Sé exactamente que hay algo que le debo preguntar. Repito las palabras mil veces en mi interior, intentando hallar la mejor manera de formular la cuestión. Tras unos minutos callada comprendo que no hay forma de conseguir esa información sin quedar como una idiota. De perdidos al río.

—Entonces Tú y yo Ayer Ya sabes – él me mira perplejo, como si no tuviera ni idea de que le estoy queriendo decir – Joder, Dylan. Te estoy preguntando si anoche pasó algo.

—Pasaron muchas cosas, vas a tener que ser más concreta – replica arqueando las cejas con curiosidad.

—¡QUIERO SABER SI NOS ACOSTAMOS! – no tenía intención de levantarle la voz, pero creo que estoy comenzando a sobrepasar mi propio límite. Mis mejillas se tiñen de un rojo intenso y él permanece mudo – Perdóname, no quería gritarte. Necesito saberlo. Necesito saber si lo hicimos.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora