Capítulo 19| Amigas de la infancia

9 5 2
                                    

Lexie

La primera vez que lo vi estábamos en sexto curso.

Hay muchos momentos de mi infancia y adolescencia que han pasado a ser un destello difuso extraviado entre el gran volumen de recuerdos que uno se empeña en almacenar. Sin embargo, por alguna razón que no soy capaz de distinguir, recuerdo a la perfección el instante exacto en el que nuestras miradas, en aquel entonces desconocidas, se cruzaron por primera vez. Él era el enigmático chico nuevo cuyo padre había sido destinado al extranjero, a una de esas guerras que ningún niño de mi edad sabía siquiera que estaba teniendo lugar. A la Lexie de once años no le tendría que haber llamado la atención, al fin y al cabo, no era más que un nuevo nombre al que añadir a la lista de futuro reyes del baile. No hacía falta un análisis demasiado exhaustivo para darse cuenta de que era el típico personaje plano de novela adolescente, ese que es guapo a rabiar y que acaba convirtiéndose en el capitán de algún equipo deportivo.

Tyler tenía escrita la palabra peligro en toda la frente. En mayúsculas con letras fluorescentes, un poco como una de esas señales que colocan en los centros comerciales cuando el suelo está mojado. Todo en él no auguraba más que problemas. No sé qué fue lo que me desconcertó más, si encontrarme a mí misma mirando a una de esas personas a las que siempre me molesté en evitar, o si el hecho de que sus pupilas estuvieran clavadas en las mías cuando lo hice.

A pesar de que compartíamos bastantes clases, no intercambiamos ni una palabra hasta que llegó el instituto. Tampoco puedo olvidar lo que dijo, y no precisamente porque no lo haya intentado. Estaba parada en frente de mi taquilla mientras recogía los libros que necesitaría en las próximas horas cuando un grupo de atletas superficiales pasó en ese momento junto a mí a una velocidad inhumana, tirándome al suelo. Me agaché resignada para recoger mis pertenencias. No habría ocurrido nada inusual si el día anterior hubiese hecho la colada y hubiese llevado mi atuendo normal. No hubiese ocurrido nada inusual si no hubiese estado vestida con unos pantalones cortos de deporte que conservaba de mi paso por el equipo de baloncesto tres años antes. Tyler, que estaba a varios metros metiéndole mano a una animadora, se acercó y me dedicó las que serían nuestras tres primeras palabras: "bonitas piernas, empollona".

No obstante, el hombre que sentado en mi porche descansa delante de la puerta de mi casa poco tiene que ver con el presente en mi memoria. Está completamente desaliñado. Tiene el pelo tan revuelto que me extraña que aún no haya un nido de pájaros en lo alto de su cabeza. Parece sucio, como si hubiese estado arrastrándose por el suelo más asqueroso que se ha encontrado. No parece él.

No parece el chico que intentó abusar de mí.

Desgraciadamente, él se percata de mi presencia unos minutos después, descartando la posibilidad de volver a arrancar el motor y huir lo más lejos posible. Fuera me espera una de las personas que me destruyó. Dentro, las que poco a poco me arrebatan todo aquello que me hace creer en quién soy. No hay ni una sola razón para que baje del coche. Aun así, es justo lo que hago.

—¿Estás bien? —pregunta Emily cuando me dispongo a abandonar el vehículo — ¿Tienes algún problema con ese chico? Puedo acompañarte a dentro si quieres, soy dura de roer.

Eso último me roba una sonrisa. Valoro su oferta unos segundos, sabiendo que objetivamente es la decisión más inteligente. Supongo que en este tipo de situaciones yo nunca lo soy.

—No te preocupes, no es más que un excompañero pesado de clase. Es inofensivo —digo para tranquilizarla— Puedo llamarte en un rato para que sepas que estoy bien.

Ella asiente poco convencida y se deja hacer. Confía en mí. Ahora me toca hacerlo yo.

—¿Qué haces aquí? —murmuro con el tono más sereno que consigo poner— Si vienes a darme una fiesta de bienvenida... Lo siento, eres la última persona a la que deseo ver.

El abismo del pretérito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora